sexta-feira, 28 de junho de 2013

David Harvey - El neoliberalismo como “proyecto de clase”

De: Herramienta

Autor(es): Harvey, David

Harvey, DavidHarvey, David. Geógrafo y Urbanista inglés, nacido en Kent en 1935. Ha desarrollado el grueso de su carrera en los Estados Unidos y pertenece a la cátedra de antropología del College University de Nueva York, tras haber enseñado geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más de treinta años. Estudioso en profundidad de la obra de Marx, en 1982 publica una obra destacada de teoría económica, Los límites del capital. En 1985 publica dos libros de ensayos sobre urbanismo, La conciencia y la experiencia urbana y La urbanización del capital, y en 1989 aparece La condición de la postmodernidad (publicado en español por Amorrortu), probablemente su obra más conocida, donde investiga la emergencia de la cultura y del arte postmodernos como un efecto de las transformaciones del capitalismo y de la aparición del postfordismo. Además de las obras ya mencionadas es autor de Espacios de esperanza, Akal, (2000) y El nuevo Imperialismo, Akal (2003). Ver en números anteriores de Herramienta, otros trabajos publicados

En esta entrevista realizada por Elsa Roulet ·· David Harvey retoma el análisis de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase” que es el neoliberalismo. Evoca asimismo las transformaciones de la clase obrera, la situación en Europa y en EE UU, el papel que pueden desempeñar los intelectuales críticos, y defiende la necesidad de construir una visión utópica si se desea cambiar el mundo.
 
E. R. - Usted ha teorizado la adopción del neoliberalismo como una transición del fordismo a un régimen de acumulación flexible [1]. ¿Cree que la crisis económica que estalló en 2008 demuestra el fracaso de este modo de acumulación flexible?
David Harvey - Esto depende de la manera en que se define el modelo de acumulación flexible. Si se concibe como modelo para revitalizar el capitalismo en su conjunto, yo diría que sí, pero que ya fracasó desde el principio. Si el modelo se diseñó para concentrar y aumentar el poder de la clase capitalista, y en particular de determinadas franjas de la clase capitalista, ha sido todo un éxito. El crack de 2008 no fue sin duda un acontecimiento especial si se contemplan todos los cracks que han tenido lugar desde 1997: el de Asia oriental y sudoriental en 1998, los de Sudamérica en 2001. Todo ese periodo se caracterizó por breves etapas de crecimientos interrumpidas por otros tantos cracks, pero es indiscutible que estos cracks desempeñaron una función muy importante en la consolidación de una riqueza y poder cada vez mayores en fracciones cada vez más pequeñas de la clase capitalista. Creo que 2008 marcó simplemente un paso más en esta vía hacia la concentración de riqueza y poder. Por mi parte, comprendo el neoliberalismo ante todo como un proyecto de clase, de consolidación y de refuerzo de la dominación. Creo que 2008 no marcó el final de todo esto, una crisis de este proyecto de clase, sino un paso más.
Pero se podría decir que el liberalismo también era un proyecto de clase. ¿Cuál es entonces la diferencia entre el liberalismo y el neoliberalismo?
Creo que la diferencia radica en el hecho de que el proyecto de clase que se planteó a finales de la década de 1960 y comenzó a cristalizar realmente a mediados de la de 1970 estaba mucho más centralizado, en la medida en que el poder se había desplazado significativamente a favor del sector financiero. Este último se convirtió en cierto modo en el agente principal. No ocurrió lo mismo con el liberalismo. En la época del liberalismo se entendía que el sector financiero debía facilitar la actividad productiva y su función era más la de un lubricante que la de un motor del proceso de acumulación. Creo que el neoliberalismo se caracteriza en mayor medida por lo que llamo la acumulación por desposesión, y no por las formas clásicas de acumulación por expansión, por crecimiento, formas clásicas que en determinados periodos no estaban en contradicción con la idea del aumento del nivel de vida de los trabajadores. En muchas partes del mundo, el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las décadas de 1960 y 1970 pudo producirse, en una época en que las tasas de acumulación eran muy altas. Era un periodo en que los poderes financieros eran significativos, pero no predominantes. Después surgió esta economía caracterizada mucho más por la desposesión, a partir de los años setenta.  
 
En esta evolución hacia el neoliberalismo, ¿cómo interpreta por un lado el papel de las finanzas y por otro el de la globalización?
Ambas cosas están íntimamente ligadas. La moneda es lo que llamo la “forma mariposa” del capital, que puede volar a donde le dé la gana. Las mercancías son una especie de “forma oruga” del capital: se desplazan, pero lo hacen más bien lentamente. La producción tiende a fijar la “forma crisálida” del capital. Al otorgar más poder a las finanzas, se refuerza la “forma mariposa” del capital, que tiene la capacidad de trasladarse casi a donde le plazca. Creo que ha habido un proceso deliberado de refuerzo de la “forma mariposa” del capital, de modo que ha podido posarse en territorios donde, por ejemplo, el coste de la mano de obra es muy bajo, donde los impuestos son muy bajos. Así, los traslados resultan más fáciles, con el resultado de que esto ha permitido rebajar los salarios de los trabajadores en las antiguas zonas industriales del Norte, de América, de Europa, etcétera. Asistimos por tanto a una desindustrialización de los centros de producción clásicos. Esta desindustrialización se nutre del desplazamiento de los puestos de trabajo a otros lugares y hacía falta algo que la facilitara; ese algo fue la financiarización.
Parece que asistimos a una mercantilización creciente de “bienes immateriales” como las ideas (con el fuerte aumento del número de patentes), la educación, la cultura, así como a una mercantilización de la naturaleza (títulos financieros sobre los genes, la lluvia, etcétera). ¿Cómo interpreta esta tendencia? ¿Qué papel desempeña en esta crisis del capitalismo?
 
Producimos una cantidad cada vez mayor de plusvalía. Desde hace muchos años existe ya un verdadero problema para encontrar lugares en los que colocar este capital. Lo que ha sucedido en los últimos 30 o 40 años es que el capital se ha interesado mucho más por el aumento del valor de los activos y por la especulación en torno al valor de los activos. Sin embargo, en este proceso se interesa cada vez más por la rentas, como hemos visto en particular con respecto a la propiedad inmobiliaria, la renta de la tierra, los precios del suelo. Y, desde luego, por los derechos de propiedad intelectual. De golpe se ha producido una explosión de lo que se llama el sector rentista de la economía capitalista. El sector rentista siempre ha sido muy importante. Por ejemplo: todo indica que en los siglos XVIII y XIX el dinero que ganaban las clases superiores con el arrendamiento y la apropiación de tierras era más cuantioso que el que sacaban del sector manufacturero. Así que el sector rentista siempre ha sido importante, en particular en la construcción de las ciudades. Y está claro que sigue siéndolo; en determinadas áreas avanzadas del mundo capitalista, los rendimientos de la propiedad de tierras y de activos son muy altos, y la propiedad intelectual es una nueva forma de propiedad, que siempre ha estado presente de alguna manera, pero que ahora ha cobrado mucha importancia. Y si uno puede ganar dinero por el mero hecho de ser propietario de patentes, si uno puede obtener buenos rendimientos del capital sin necesidad de emplear a ningún trabajador, ¿por qué iba a molestarse en producir? Así pues pienso que en el curso de los últimos 30 a 40 años ha habido numerosos signos de que estaba construyéndose un potente sector rentista, con ingresos procedentes de las rentas de toda clase de fuentes: tierra, propiedad de recursos, propiedad de derechos de distinta naturaleza, entre ellos, por supuesto, los derechos de propiedad intelectual. Este sector en su conjunto es ahora mucho más significativo en la actividad capitalista y además no emplea a muchos trabajadores.
 
Usted ha elaborado el concepto de acumulación por desposesión, que ha suscitado numerosos debates. En ocasiones se ha considerado que es demasiado amplio. ¿Qué conclusiones teóricas y políticas extrae de estos debates?
 
Creo que en cierto modo era un argumento muy general y que existen diversas clases de desposesión. Algunos han preguntado, por ejemplo, si acaso lo que ocurre en el proceso de producción no es una desposesión del excedente que producen los trabajadores. Es una forma de desposesión, pero no se presta atención a las distintas formas de desposesión que se producen en otros ámbitos, en la circulación del capital. Esto es lo que yo quería formular teóricamente al analizar el circuito del capital. Cuando contemplamos el circuito del capital, vemos que está el circuito de las mercancías, el circuito de la moneda, el circuito de la producción, todo ello está en el segundo tomo de El Capital. Estos distintos circuitos están integrados entre sí, pero cada uno tiene su agente: el circuito de la moneda tiene el sector financiero, el circuito de la producción tiene el sector industrial, el circuito de las mercancías tiene el sector comercial. Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿de qué manera estas esferas distintas reivindican el excedente y cómo se apropian efectivamente de él? Mi tesis es que el sector financiero y el circuito de las mercancías operan según un principio de acumulación por desposesión, porque lo que hacen es utilizar su control sobre las mercancías o su control sobre la moneda para detraer una tasa, una tasa que arrebatan a los trabajadores. Por tanto, en cierto modo la burguesía puede recuperar a través de los banqueros y los financieros todo lo que puede conceder en el ámbito de la producción. Analicemos la cuestión de saber dónde se realiza la plusvalía, por oposición a dónde se produce. Marx explica que se crea en la producción, cosa que no pongo en duda en absoluto. Con lo que no estoy de acuerdo es con la suposición de que, por crearse en la producción, también se realiza en la producción. De hecho, es posible que tan solo una parte muy pequeña de la plusvalía se realice en la producción. Si contemplamos el ejemplo que ya he utilizado y que es el de [la cadena de supermercados] Wall Mart, que es una organización comercial capitalista, veremos que obtiene elevadísimas tasas de beneficio sobre la base de la subcontratación a productores chinos, que a su vez obtienen unas tasas de beneficio muy bajas. Se trata por tanto de una relación de acumulación por desposesión. Podemos ir todavía más lejos con la cuestión que ya he planteado de saber cómo el capitalismo adquiere activos y luego trata de valorizar esos activos. Pues bien, a menudo los roban a los miembros de otras clases. Hay algo así como seis millones de viviendas en EE. UU. que han sido desahuciadas, es decir, seis millones de familias que han perdido su hogar. ¿Qué ocurre con esas viviendas? De momento tienen un precio muy bajo. Han sido adquiridas por grandes grupos capitalistas que las mantienen durante dos o tres años, a la espera de que el mercado se recupere, y entonces se llenan los bolsillos. Viviendas recuperadas al precio de, pongamos, 200.000 dólares por unidad se venderán entonces a 300.000 o 400.000 dólares cada una, siempre que el mercado se relance. Se trata de una actividad especulativa, es lo que llamo acumulación por desposesión. También existen formas de atraco directo cuando se suprimen las pensiones de jubilación, se recortan los derechos a la sanidad, o cuando un bien gratuito producido hasta ahora por el Estado se vuelve oneroso, como por ejemplo la universidad o la educación en general. Yo pude gozar de una educación gratuita en Gran Bretaña, pero ahora los que estudian tienen que pagar. En EE. UU. el coste de la educación aumenta cada vez más, los estudiantes se endeudan y ya existe una enorme deuda estudiantil. Esto también es una economía de desposesión. Lo que deduzco de todo esto es que las formas que adopta la desposesión son muy variadas, y como término general resulta probablemente demasiado ambiguo decir tan solo que “es una economía de desposesión”. Debemos estar más atentos a las formas de desposesión que se producen y dónde se producen. Creo que es buena idea desarrollar una comprensión más sofisticada de las distintas formas que puede adoptar la desposesión, esto es lo que concluyo de los debates. Pero no quiero en modo alguno replantear la idea de que constituye una parte muy importante de la estructura de la explotación en una economía capitalista.
 
Y políticamente, ¿qué conclusión saca usted de estos debates en torno al concepto de desposesión?
 
Desde el punto de vista político, lo que deduzco es la idea de la resistencia a la acumulación por desposesión. Que hay mucha resistencia, en todas partes, y que esas formas de lucha forman parte de la dinámica general de la lucha de clases. Esto desplaza el centro de atención de la organización y de la teorización política, alejándolo de lo que a menudo ha sido el centro de atención exclusivo de determinadas organizaciones de izquierda, a saber, la fábrica, para trasladarlo, por ejemplo, a la ciudad. Si contemplamos las estructuras de la explotación en y alrededor de una ciudad, veremos la explotación rentista, la explotación comercial. De este modo empezamos a tener una noción muy distinta de lo que es la política de resistencia a la acumulación capitalista, una vez se integran todas estas demás formas de explotación en el paisaje.
 
En un artículo publicado en Counterpunch en 2009, usted escribió que la clase obrera no siempre está, y no lo está en todos los países, en condiciones de situarse en la vanguardia de la lucha social y política. ¿Puede desarrollar esta idea?
 
Hay dos maneras de verlo. Podría decir que la clase obrera, tal como ha sido definida tradicionalmente, no está en condiciones de estar en la vanguardia y que en ciertos casos los movimientos sociales o políticos han estado en la vanguardia. Si examinamos fenómenos como la revuelta zapatista, veremos que no fue una revuelta de la clase obrera, sino una revuelta campesina. Era también una revuelta contra la acumulación por desposesión; y lo mismo ocurre, por ejemplo, con respecto a las guerras del agua en Bolivia, en Cochabamba, donde también se trataba de una lucha contra la acumulación por desposesión. Y las luchas en El Alto, donde una ciudad entera se rebela y destruye el poder presidencial y abre la vía de acceso al poder de Evo Morales. Estos movimientos revolucionarios han sido muy fuertes y potentes, y no se basaron en una clase obrera tradicional. Lo que quiero decir es que si analizamos las dinámicas de la urbanización y nos planteamos la cuestión de “¿quién produce la ciudad, quién reproduce la ciudad?”, y si decimos que todos los que producen y reproducen la ciudad forman parte de la clase obrera urbana, entonces esta abarca mucho más que los trabajadores fabriles, para incluir al personal doméstico, a los taxistas, por lo que tenemos una concepción diferente de la clase obrera. Estoy a favor de cambiar nuestra concepción de quién constituye la clase obrera y de qué tipos de puesto de trabajo son cruciales. Hemos visto ejemplos, he mencionado El Alto, la gran fuerza que tenían sus habitantes para bloquear totalmente la ciudad, lo que de hecho es una huelga general, una huelga en el espacio urbano. Pienso que las huelgas de transportes son muy eficaces; en Francia, por ejemplo, ha habido huelgas muy importantes en los transportes, en la década de 1990 y en la de 2000. Se puede paralizar una ciudad, y paralizar una ciudad es un tipo de instrumento muy eficaz en la lucha de clases. Y no son únicamente los trabajadores de las fábricas quienes van a hacerlo, hace falta que sea la ciudad entera la que secunde esta acción. Por tanto, o bien decimos que “la clase obrera está aquí” y “aquellos” son otros movimientos sociales, o bien cambiamos nuestra concepción de la clase obrera. Pienso que es preferible cambiar nuestra concepción de la clase obrera.
 
¿Cómo interpreta usted la crisis de la Unión Europea? Parece que estamos asistiendo a un proceso de radicalización neoliberal, justo en el momento en que surgen relaciones neocoloniales entre el centro de Europa y la periferia, en particular con la crisis de la deuda griega.
 
Me parece que hay que analizar la crisis de la U.E. en términos de clase. No cabe duda alguna de que la creación del euro, por ejemplo, fue una operación muy ventajosa para la clase capitalista, y en particular para las fracciones de la clase capitalista que se hallaban en los sectores más avanzados, en los países más avanzados de la Unión. Tenemos por tanto un ámbito geográfico desigual en el que se produce una unificación, que resulta muy ventajosa para Alemania en particular, aunque no solo para Alemania. Alemania ha ganado mucho con la creación del euro, y cuando se examina lo ocurrido con las economías del sur de Europa en general, y de Grecia en particular... No diré que los griegos no hayan causado por sí mismos algunos de los desastres, al llevar a cabo toda clase de engaños contables, etcétera, pero por otro lado Grecia se ha convertido en un mercado maravilloso para Alemania, que ha podido explotarla al amparo de sus superiores capacidades productivas y de organización. Alemania, en efecto, ha podido aplicar una política de acumulación por desposesión a través de Grecia y reducir la capacidad productiva de Grecia. Y cuando han surgido los problemas, está claro que no había ninguna obligación por parte de ningún miembro de la Unión de ayudar a otro miembro. A partir de entonces se produjo un desarrollo geográfico desigual de la crisis, que se abate sobre las poblaciones y los territorios más vulnerables. Un caso análogo en EE. UU. sería el del Estado de California, que ha conocido dificultades notables, pero que no ha corrido la misma suerte que Grecia porque el gobierno federal ha tenido que pagar el Medicare etcétera, mientras que con respecto a Grecia no existe esta obligación. Asistimos entonces a circunstancias extraordinarias en que la gente se hunde en una penuria total en Grecia, en muchos aspectos a causa de la política de austeridad impuesta por los poderes de la clase capitalista, cuyos intereses principales están concentrados en Alemania y el norte de Europa. Me parece que esta geografía desigual no cambiará a corto plazo. Tampoco percibo ningún cambio de política, por lo que creo que este va a ser un problema duradero para Europa, que no necesariamente se resolverá con la salida del euro de los países del sur. Por tanto, se trata de una especie de dilema permanente que a mi juicio solo podrá resolverse mediante una completa federalización de la base social de la economía, mediante una colectivización de los derechos de pensión y este tipo de cosas, cosa que políticamente es imposible, no creo que nadie votaría por eso.
 
¿Cree que en estos momentos asistimos a un viraje de tipo keynesiano en EE. UU.? ¿Es posible que el gobierno de Obama se aleje del neoliberalismo y aplique políticas más keynesianas?  
 
EE. UU. nunca ha sido puramente neoliberal, sino bastante keynesiano hasta ahora. Ha sido neoliberal de palabra, particularmente en aspectos como el salario social y la protección social, etcétera, pero jamás ha sido estricto con respecto a la financiación por el déficit. El déficit de George Bush II financió dos guerras, reducciones de impuestos para los ricos y un enorme programa social de acceso a los medicamentos que fue muy beneficioso para las compañías farmacéuticas. Ronald Reagan, que es una de las figuras asociadas al neoliberalismo, era de hecho un keynesiano en materia de defensa y financió la pulseada con la URSS a través de la deuda pública. EE. UU. siempre ha sido un caso particular: su retórica sobre el sector público siempre ha sido muy neoliberal, pero sus prácticas siempre han sido parcialmente keynesianas. Lo que resulta interesante en la coyuntura actual es que el Partido Republicano, que de hecho compartió bajo George Bush este enfoque de tipo keynesiano para hacer la guerra, cuando perdió el poder decidió llevar de verdad hasta el extremo la política de austeridad. Así trata de impedir la posibilidad de un programa ligeramente expansionista, vagamente keynesiano, que preconiza el gobierno de Obama desde el principio. Pienso que están pisando terreno resbaladizo, pues no controlan más que la Cámara de Representantes, y si se puede demostrar a los estadounidenses que lo que impide la recuperación de EE. UU. es la manera en que el Partido Republicano actúa en la Cámara de Representantes, entonces asistiremos en las elecciones de 2014 a la transferencia del poder a los Demócratas, el Partido Republicano estará acabado. Claro que también es posible que esto no suceda, se trata de una situación muy compleja. Creo que hay miembros del Partido Republicano que se dan cuenta de que se hallan en terreno resbaladizo y que intentan cambiar, aunque sin mucho éxito de momento. Hasta ahora nunca se ha dudado en EE. UU. en emplear prácticas keynesianas, en particular la financiación por el déficit, y en ser antikeynesianos en materia de programas sociales, de protección social, y resueltamente antikeynesianos cuando se trata de otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. El neoliberalismo de EE. UU. siempre ha sido sospechoso, su pragmatismo le ha llevado siempre a hacer lo que beneficia a las clases superiores, y ha sido limitado por este criterio. No creo que esto vaya a cambiar gran cosa, aunque pienso que en este momento el gobierno de Obama tiene muy claro que la tasa de crecimiento de EE. UU. es muy baja y que existe la posibilidad de una segunda recesión. Este gobierno, si tuviera las manos libres, apostaría por prácticas expansionistas, hasta cierto punto incluso por prácticas expansionistas que implicaran otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. Creo que la idea de una política ligera y parcialmente keynesiana bajo el gobierno de Obama ya se ha planteado y aceptado, pero no será refrendada por la Cámara de Representantes controlada por los Republicanos, a menos que estos últimos comprendan que esto les llevará a un desastre electoral si la gente percibe que ellos son el obstáculo. Está por ver cómo evolucionan las cosas.
 
A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o universitarios críticos?
 
Hay dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde luego, de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las ideas. Por tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es luchar en el mundo universitario por diferentes tipos de producción de saberes, de reproducción de saberes. Los que están fuera de la universidad piensan a menudo que esta es una torre de marfil, pero no es así, la universidad es un terreno de lucha bastante encarnizada. Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios en el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas como las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a las presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las organizarse en el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero creo que también tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las que reflexionamos y presentarlas de manera que sean comprensibles para un público amplio, pensando en cómo la gente puede leer esto y extraer sus propias conclusiones. No creo que los universitarios conozcamos mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi opinión es que cuando trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo que quieren y lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que hacer, eso ni se me ocurriría. Pero el momento en que tal vez yo puedo ser útil es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo que ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y la lucha anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación, podemos sentarnos juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación con prácticas y cuestiones más amplias. Creo que en el mundo universitario tratamos de desarrollar este panorama de cómo funciona la economía, o cómo se aplica la política, y a veces esto es útil para las organizaciones políticas y los movimientos sociales. Así que creo que es preciso mantener abiertos los espacios en el interior del mundo universitario para trabajos progresistas y estrechar lazos con organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de nosotros en el proceso de lucha política.
 
Sin embargo, con las tendencias a la privatización de la educación, en particular de la enseñanza superior, parece más difícil mantener este espacio y esos debates en el seno de la universidad.
 
Así es. Todos estamos siendo atacados, inclusive en la universidad. Y por supuesto, si contemplamos el proceso de trabajo en el mundo académico, en EE. UU. ahora la mayor parte de la enseñanza corre a cargo de empleados que no tienen un contrato fijo y que viven en unas condiciones económicas muy precarias. Este es otro campo de batalla en relación con las condiciones de vida de las personas empleadas en las universidades. No es una situación fácil, pero ¿qué se puede hacer? Hay que organizarse y luchar, como en todas partes.
 
¿Cuál es su visión personal de una sociedad socialista [2], si “socialista” es la palabra adecuada?
 
Hay varias maneras de construir una visión utópica. Creo que siempre existe la necesidad de tener en mente una visión utópica, de una manera u otra, un lugar al que deseamos llegar, aunque al final no lleguemos, en cierto sentido no importa mucho si se llega o no. Si se tiene una visión, tratando de cambiar las cosas, estas se mueven en una dirección u otra. No tengo un esquema fijo, he escrito uno en el apéndice a un libro que se titula Spaces of hope, una especie de descripción utópica de una sociedad construida durante un periodo de 20 años. Y creo que necesitamos un modo de construcción por la negación. Si se comprenden los aspectos del capitalismo que no nos gustan, ¿qué rechazaríamos, cómo sería una sociedad que ya no funcionara sobre la base del valor de cambio, sino sobre la base del valor de uso, qué formas de coordinación de la división social del trabajo se crearían, cómo se implementaría para asegurar que el abastecimiento de cada uno en valor de uso fuera suficiente, que no se produjeran bloqueos completos ni rupturas, ni penurias? Son cuestiones muy pragmáticas. Es posible por tanto trabajar sobre esta clase de ideas, construir por negación: no queremos hacer esto coordinándonos a través del mercado, queremos hacerlo de una manera distinta, a través de los trabajadores asociados en colaboración, los trabajadores asociados que organizan la división social del trabajo de manera que todo el mundo tenga lo que necesita. Con la informática tenemos la posibilidad de coordinar los inputs y outputs[3]/3 de un modo distinto. Algunas fábricas recuperadas en Argentina funcionan ahora en red gracias a los ordenadores y organizan los flujos de inputs y outputs de manera que comienzan a coordinarse entre sí, pero no se trata de una planificación centralizada, es algo que se organiza en red, sin ningún planificador central. Creo que con las tecnologías que tenemos ahora existen nuevas posibilidades de plantear estas cuestiones de un modo distinto y que podemos construir una visión utópica en la que los trabajadores asociados controlen los medios de producción, se organicen y tomen sus propias decisiones en cada unidad productiva, pudiendo coordinarse entre sí, comunicarse entre sí para responder a las necesidades de todos y todas.  
 

·· Elsa Bouletes colaboradora de la revista Contretemps http://www.contretemps.eu/en cuyo sitio se publicó esta entrevista el 24/03/13. Traducción de Viento Sur http://www.vientosur.info/ Agradecemos a ambas publicaciones amigas la autorización para su reproducción.    
 
 
[1] La acumulación flexible designa el fenómeno de la “flexibilización” del trabajo desde la década de 1970: la subcontratación, la jornada parcial, la producción “justo a tiempo”, las actividades informales se han convertido en elementos cruciales del procedo de producción. Esta “flexibilización” (o dicho de otro modo, precarización) no se implanta del mismo modo en todas partes y es más importante en los “países emergentes”. Corresponde a una transformación de la gestión de las empresas, centrada cada vez más en un funcionamiento de mercado (subcontratación de actividades, asegurando rentas importantes a los accionistas) en detrimento de una gestión “interna” de la empresa.
[2] En inglés “socialist”.
[3] Términos que designan lo que “entra” (inputs) en el proceso de producción (materias primas, fuerza de trabajo) y lo que “sale” (outputs: productos, mercancías).

150 años del Partido Socialdemocrata aleman



De: www.sinpermiso.info, 23 junio 2013

ÀngelFerrero

150 años del Partido Socialdemócrata Alemán


El pasado 23 de mayo el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) celebró su 150 aniversario. El 2013 debería ser un gran año para el SPD, que también celebra el centenario de la muerte de August Bebel y del nacimiento de Willy Brandt, pero en el auditorio principal de la Gewandhaus de Leipzig no había muchos motivos para la fiesta: el partido continúa sin levantar cabeza en las encuestas de intención de voto a tres meses de las elecciones generales, y su candidato, Peer Steinbrück, no entusiasma a los votantes.[1] Peor aún, a menos de 100 días de los comicios, los medios de comunicación revelaron la ojeriza que, al parecer, se tienen mutuamente Steinbrück y el presidente del partido, Sigmar Gabriel.[2] El SPD es hoy un partido sin carisma, liderado por un equipo de tecnócratas cuyos ideólogos principales, encargados de aportar ideas frescas, son Helmut Schmidt (94 años) y Erhard Eppler (86 años). “Para un socialdemócrata hay
muchos motivos para estar orgulloso”, escribe Jakob Augstein. “El problema –continúa– es que la mayoría se encuentran en el pasado. Su presente es deprimente.”[3] El SPD de hoy, escribe Albrecht von Lucke, “es una sombra de sí mismo. El pasado del partido es más grande que su presente.”[4]

El partido se encuentra inmerso en la crisis de la socialdemocracia europea, una crisis que se escenificaba el día anterior al aniversario con la creación de “Progressive Alliance”, una organización que busca desplazar y en última instancia sustituir a la desacreditada Internacional Socialista (IS). El SPD ya había reducido su contribución anual a la IS de 100.000 a 5.000 libras esterlinas (unos 6.000 euros) en enero y limitado su condición a observador.[5] El órdago del SPD fue respuesto por el Presidente de la IS, el griego Georgios Papandreu, y el Secretario general de la organización, el chileno Luis Ayala, en una carta de siete
páginas. “Lo que realmente necesitamos es un nuevo internacionalismo y una nueva cultura de la solidaridad”, escriben Papandreu y Ayala. “Es lamentable que la dirección de nuestro socio alemán quiera dividir al movimiento mundial de las fuerzas progresistas en lugar de unirlas y reforzarlas.” A Sigmar Gabriel, el arquitecto detrás de la escisión, le molesta especialmente que la IS tenga como miembros al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) y al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). [6] A Gabriel parece molestarle menos que la IS haya tenido entre sus miembros al Partido Nacional Democrático (PND) de Hosni Mubarak o la Agrupación Constitucional Democrática (RCD) de Ben Ali, a los que ni
siquiera menciona.

Con todo, el 23 de mayo los socialdemócratas alemanes dejaron capotes y puñales en casa, subieron a sus limusinas BMW y pusieron rumbo a Leipzig, donde en la Gewandhaus les esperaban delegados de partidos socialdemócratas de 80 países. El orador estrella fue el Presidente francés, François Hollande, considerado hasta hace unos meses gran esperanza blanca de la socialdemocracia, quien ofreció su propio discurso fúnebre como político al elogiar “la capacidad de los socialdemócratas alemanes por alcanzar compromisos
y enfrentarse a la relidad.” Como ejemplo de esa capacidad de alcanzar compromisos, Hollande mencionó
la Agenda 2010 de Schröder.[7] Luego Peer Steinbrück, luciendo su tradicional cara de vinagre, repartió la tarta entre los asistentes. Cerveza, Bratwurst, cuatro fotografías, cuatro autógrafos y de vuelta a casa. Tres días después se publicaban las encuestas de intención de voto: el SPD sigue sin poder formar gobierno con Los Verdes y una coalición tripartita con La Izquierda no la quieren ni socialdemócratas ni verdes, que prefieren mirar a otro lado con la esperanza de que el partido desaparezca y los liberales del FDP hagan un imposible giro social que permita una coalición semáforo (SPD-FDP-Verdes). Si quiere entrar en el gobierno, el SPD tendría que pactar, pues, una gran coalición con la CDU en la que sería socio minoritario.
Aunque pactar con Merkel equivaldría a un seppuku de cara a la opinión pública, y especialmente de cara a sus colegas europeos, la opción no ha de descartarse en absoluto. Incluso en Berlín, donde la orientación del voto es mayoritariamente de izquierdas, el SPD prefirió cerrar una coalición con la CDU antes que explorar otras opciones. “La oposición es una mierda […] nosotros lo que queremos es gobernar”, Franz Müntefering dixit. [8] A tres meses de las elecciones, no nos hemos movido un milímetro desde enero de 2013.

Lo que es bueno para Krupp, es bueno para Krauser

El SPD prefiere hacer arrancar su historia en la Asociación General de Trabajadores Alemanes (ADAV), la organización fundada por Ferdinand Lasalle en Leipzig, aunque podría hacerlo en el Partido Obrero Socialdemócrata (SDAP) fundado por August Bebel y Wilhelm Liebknecht en 1869 o en la unificación de ambos en el SPD en el Congreso de Gotha de 1890. Según Georg Fülberth, no se trata de ninguna casualidad: esta elección “supone un distanciamiento de Marx […] Lasalle consideraba a los liberales como los principales enemigos del proletariado” y en no pocas ocasiones incluso expresó, para el desmayo de Marx y Engels, su apoyo tácito a Bismarck, como en la aprobación del sufragio masculino universal, el cual, en su forma bismarckiana, no sirvió más que para debilitar a la burguesía liberal y se convirtió en un “apoyo del ejecutivo, algo que en aquel momento supuso en el continente europeo la más moderna forma de
dominación: el bonapartismo. Algunos académicos sostienen que en la Unión Europea se ha descubierto su retorno bajo una nueva forma”, escribe Fülberth en alusión a la propuesta de algunos socialdemócratas de crear la figura de un Presidente de la Unión Europea.[9] Bebel, por el contrario, es el hombre que en 1869 se presentó en el Reichstag con las siguientes palabras: “Soy, caballeros, ustedes lo saben bien, un decidido adversario de este sistema, lo combato con todos los medios que están a mi disposición”. Frente a la línea centralista y prusiana de la ADAV, el SDAP representaba la corriente federalista y europeísta de la socialdemocracia. “August Bebel elogió en 1871 a la Comuna de París en el Reichstag”, escribe Jutta Ditfurth. “Sobre el programa de Erfurt aún se podía discutir. Con los créditos de guerra de 1914 –continúa– y
la traición a la Revolución de Noviembre de 1918-1919, el SPD dejó de ser una fuerza progresista. Hubo antifascistas valientes, pero dominaron los hombres de línea dura como Noske y los pequeño burgueses autoritarios como Ebert hasta el día de hoy.” Después de la guerra, continúa Ditfurth, el SPD se decantó con la aprobación del programa de Godesberg de 1959 “por el capitalismo y la OTAN, pero con la expulsión del Sindicato Democrático de Estudiantes (SDS) en 1961, la oposición extraparlamentaria se convirtió, de manera imprevista, en una organización independiente. En los setenta, quienes se oponían a la energía nuclear fueron tildados por la cúpula del SPD de 'terroristas'. Desde 1998 el SPD el SPD ha contribuido a la destrucción del Estado social y a la guerra, y en otoño de 2013 amenaza otra vez con formar una gran coalición.” [10]

“La socialdemocracia explica una historia”, escribe Frank-Walter Steinmeier en Vorwärts. [11]
Efectivamente, la socialdemocracia explica una historia, pero por desgracia es una historia de renuncias, un proceso que se acelera a medida que se acerca a nuestro presente. “La verdadera causa de la crisis se encuentra en los últimos 15 años, es decir, en la décima parte de la larga historia del SPD”, escribe von Lucke. “En la era Schröder –sigue– el SPD perdió sus hilamentos rojos, su misión histórica, la lucha por la emancipación social y la justicial social. [Con Schröder] el partido se dejó llevar por el Zeitgeist neoliberal, del que al final fue presa. Recordemos que hace diez años la dirección del SPD no propuso reducir la ya
entonces dramática desigualdad, sino que el entonces ministro de Economía, Wolfgang Clement, con su concepto de “desigualdad productiva”, propagó exactamente lo contrario: a partir de entonces la igualdad no debía suponer la disminución de la desigualdad.” La historia de la socialdemocracia, concluye Albrecht von Lucke, “puede interpretarse como la historia del desmontaje continuo de la utopía. En la etapa de Schröder este proceso llegó a su fin.”[12] Los socialdemócratas, según el economista griego Yanis Varoufakis, se
tragaron “la lógica de la financiarización, no sólo el anzuelo y el señuelo, sino la línea entera, y aun el flotador”.[13] El resto no requiere de mayores explicaciones: el desplome de los partidos socialdemócratas en las elecciones y en las encuestas de intención de voto es suficientemente clarificador.

¿Qué podría hacer un gobierno socialdemócrata en Alemania, atado por la “regla de oro” (Schuldenbremse) que él mismo votó con la CDU en el 2009? ¿Cuál es su verdadera autonomía para aprobar leyes favorables a la población trabajadora? El actual SPD, que en su programa sigue fijando como objetivo último el “socialismo democrático”, ha recibido sólo en la última legislatura donaciones de las siguientes empresas: la aseguradora Allianz (2009: 60.001 euros; 2010: 60.001 euros; 2011: 50.001 euros), Daimler AG (2009:

150.000 euros; 2010: 150.000 euros; 2011: 150.000 euros; 2012: 150.000 euros; 2013: 100.000 euros), BMW (2009: 151.344'56 euros; 2010: 140.033,90 euros; 2011: 95.338'10 euros; 2012: 109.472'88 euros; 2013: 107.376'06 euros) y la patronal de la industria electrometalúrgica de Baden-Württemberg (2011: 60.000 euros). (Los Verdes, por cirto, recibieron cantidades similares de las mismas empresas.) [14] El SPD no ha abandonado el lema de los antiguos socialistas de estado: “lo que es bueno para Krupp, es bueno para Krause”.
“Nos lavamos las manos”

En su edición del 23 de mayo, el junge Welt recordaba oportunamente la desafortunada ocurrencia del SPD para su campaña electoral de 1928. Los socialdemócratas regalaron a sus potenciales electores una pastilla de jabón, lo que motivó una punzante sátira de Ernst Busch: los socialdemócratas tenían al fin y al cabo que lavarse las manos por mucho de lo sucedido hasta entonces. Hoy las campañas políticas son mucho más sofisticadas, pero el objetivo es el mismo que el de aquella modesta pastilla de jabón. Para su 150 aniversario, Vorwärts, el diario orgánico de la socialdemocracia alemana, ha publicado un número especial
de 140 páginas sobre la historia del partido. En la revista –donde el SPD es felicitado por campeones de la justicia social como el Deutsche Bank, Sky News, Vattenfall, RWE o Bayer– no hay ningún asomo de crítica hacia la Agenda 2010 –el tristemente célebre “desmontaje” del Estado social que creó los minijobs y equiparó el desempleo a las ayudas sociales, convirtiendo a Alemania en un país más injusto e insolidario– o al despliegue del Bundeswehr en el extranjero, un tabú roto precisamente con el primer gobierno rojiverde, sino todo lo contrario. Cuando Willy Brandt reflexionaba sobre las condiciones del hemisferio Sur, escribe
Erhad Eppler, “se sentía como un hombre que tuviera un brazo atado a la espalda. Mientras durase la Guerra fría, los europeos sólo tendrían un brazo libre para el Sur.” [15] Ahora Europa tiene los dos brazos libres, pero en contra de lo que quería Brandt, para poder aporrear mejor, y en todas direcciones. “¿Tiene el SPD que ser un partido pacifista para ganar las próximas elecciones? No, en ningún caso”, escribe Susanne Höll en Vorwärts. “Un partido así ya existe, es La Izquierda, y sigue siendo un partido incapacitado para gobernar.” [16]
No, el SPD no le hace ascos a los cañones. Escribiendo sobre el bombardeo de Yugoslavia en 1999 –la Luftwaffe participó en quinientos vuelos de la operación Allied Force que bombardeó objetivos militares y civiles–, Uwe-Karsten Heye, redactor jefe de Vorwärts hasta el 2010, afirma que en el debate que provocó entonces la intervención “pasó prácticamente desaparecibido que de lo que se realmente trataba es de que si la Alemania reunificada podía asumir una mayor responsabilidad en política exterior. Hoy esta pregunta ya no se plantea: ha sido respuesta” [17] Y continúa: “Esto también vale tanto para el futuro de Europa como para la responsabilidad de la Unión Europea en el mundo, en la que Alemania, como miembro más
fuerte de la Unión, tiene un papel dirigente. Sólo Europa como actor político y económico mundial asegura a potencias de tamaño medio como Alemania una influencia consciente en la política mundial.” Una frase que cualquier político de la CDU podría suscribir sin problemas.

Este número especial de Vorwärts va tan lejos como para justificar el voto de los socialdemócratas a los créditos de guerra en 1914 (con la honrosa excepción de Karl Liebknecht, que fue el único diputado socialdemócrata que votó en contra). Según el historiador Reinhard Rürup, el encargado de escribir esta pieza, Alemania tenía derecho a defenderse de una agresión exterior, y muy especialmente de la amenaza del despotismo ruso, y, en cualquier caso, el resto de partidos socialdemócratas –salvo los bolcheviques en Rusia– también le dieron apoyo. Cuando Bebel y Liebknecht, aún siendo diputados del Reichstag, fueron enviados a prisión por denunciar la anexión de Alsacia y Lorena, los votantes recompensaron a los dos
socialdemócratas reeligiéndolos en las elecciones de 1873. Bebel llegó a obtener nada menos que el 80% de los votos en su distrito, a pesar de lo cual no pudo acceder al escaño. El SPD, como escribe von Lucke, es hoy una sombra de lo que fue. Una sombra cada vez más larga y cada vez más oscura. En el 2009 los socialdemócratas recibieron una propina de 3.000 euros de Heckler & Koch, uno de los principales fabricantes de armamento de Alemania. [18]

Alemania, escribe Uwe Knüpfer, el redactor jefe de la revista Vorwärts, es hoy un país “democrático, constitucional, abierto al mundo, lleno de diversidad y de color. Un país en el que el poeta [Heinrich Heine] se hubiera sentido bien.” Si Heine levantara la cabeza.


NOTAS: [1] Para un buen retrato de Steinbrück: Rafael Poch, “El SPD confirma a Steinbrück como rival electoral de Merkel”, La
Vanguardia, 9 de diciembre de 2013. [2] “Steinbrück greift Gabriel an”, Süddeutsche Zeitung, 15 de junio de 2013; “Steinbrück sucht
einen Sündenbock”, Süddeutsche Zeitung, 17 de junio de 2013. [3] Jakob Augstein, “Keine Linken, nirgends!”, Der Spiegel, 20 de
mayo de 2013. [4] Albert von Lucke, “15 Jahre von 150: Die Misere der SPD”, Blätter für deutsche und internationale Politik, abril de
2013. [5] “SPD sagt Sozialistischer Internationale Ade”, Süddeutsche Zeitung, 5 de mayo de 2013. [6] “Papandreou wirft Gabriel
Spaltung der Linken vor”, Der Spiegel, 22 de mayo de 2013. [7] Anja Maier, “150 Jahre SPD: Stolz und zufrieden feiern”, die
tageszeitung, 23 de mayo de 2013. [8] Las palabras de Müntefering están extraídas de un discurso en un Congreso especial en
Berlín el 2004: "Opposition ist Mist. Lasst das die anderen machen - wir wollen regieren". “Müntefering: Opposition ist Mist”, Die
Welt, 21 de marzo de 2004. [9] Georg Fülberth, “Gerechtigkeit für die SPD”, junge Welt, 23 de mayo de 2013. [10] “150 Jahre SPD:
Herzlichen Glückwunsch, du alte Tante!”, Der Spiegel, 23 de mayo de 2013. [11] Vorwärts extra, primavera de 2013, p. 90. [12]
Albrecht von Lucke, op. cit. [13] Yanis Varoufakis, “Cuándo y por qué se jodió la socialdemocracia europea”, Sin Permiso, 9 de
diciembre de 2012. [14] La ley de partidos alemana obliga a publicar las donaciones superiores a los 50.000 euros. “Parteispenden
über 50.000€”, Bundestag.de. [15] Erhard Eppler, “Nur ein Arm frei für die südliche Welt”, Vorwärts extra, primavera 2013, p. 92. [16]
Susanne Höll, “Der Kanzler lag richtig”, Vorwärts extra, p. 113. [17] Uwe-Karsten Heye, “Das Gemetzel gestoppt”, Vorwärts extra, primavera de 2013, p. 112. [18] Heckler & Koch, “Spendetätigkeit der Heckler & Koch GmbH”, 2 de noviembre de 2011.

Àngel Ferrero es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso

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Brasil y los indignados con la kakistocracia





Si rastreamos el origen del movimiento de indignados, necesariamente debemos ir a la Argentina del 2001, donde al grito “Que se vayan todos”, la población derrocó cuatro presidentes en un par de semanas. Sin embargo , en los noventa, a todo lo largo del planeta, hubo movilizaciones que ya comportaban las mismas características de los indignados, como las Ocupaciones Estudiantiles del 96 en Uruguay, pues en aquellos difíciles años, tras la caída del muro y la derrota de los sandinistas, la vieja metodología de lucha de la izquierda, y toda la ideología que la sustentaba, había quedado en entredicho, surgiendo un nuevo movimiento social.
Hasta llegar a esta espectacular irrupción en Brasil, con independencia de los resultados alcanzados en sus respectivos países, los indignados lograron colocar signos de interrogación por delante y por detrás de cualquier autolegitimación democrática del gobierno que fuese. En algunos sitios fueron fuertemente reprimidos, pero en otros destituyeron a sus gobiernos, como en Islandia, y generaron un interesante movimiento que llevó a una mujer de izquierda al poder (la cual se casaría inmediatamente con otra mujer) y a la creación de una asamblea popular conformada por gente sin partido que deberá elaborar una nueva constitución. En el mundo árabe, en la zona de mayor entrecruzamiento de intereses del planeta, un multitudinario movimiento democrático aventó cuatro dictaduras sanguinarias, las cuales habían logrado prevalecer con el respaldo de las potencias de Occidente. Lejos de finalizar, el movimiento de indignados conocido como “primavera árabe” generó un poderoso revulsivo, instauró la discusión política callejera, e inició ese típico proceso histórico en el cual rápidamente se erosionan las opciones políticas que en condiciones normales precisarían decenas de años para desnudar su esencia.
El escéptico observador occidental, que nunca jamás leyó nada acerca del mundo árabe, entre otros motivos porque no aparece en los programas de estudio, y cuya única representación de aquel mundo peregrino la obtiene de un tsunami de films de dudoso gusto que se precipitan desde el norte, sostiene que en la tierra de los camellos, en el mejor de los casos, sólo cambiaron de tiranía a influjos del imperialismo yanqui y de la CIA, prueba de lo cual sería el arribo al poder de los musulmanes moderados. Es difícil hacer un pronóstico, habida cuenta de los innumerables actores de aquel proceso, pero no es descabellado esperar que los musulmanes moderados, actualmente respaldados como resultado de la persecución a cargo de las dictaduras laicas, y en tanto son vistos como defensores de la soberanía nacional, quemarán rápidamente su prestigio apenas demuestren su incapacidad para atender los reclamos populares que los llevaron al poder. Si la revolución árabe se detuviera generando simplemente cambios de gobierno, pero generando esta ascensión a la vida política de millones de individuos, habríamos ganado en Occidente dos cosas harto considerables: que se derrumbara la teoría del choque de civilizaciones, y que se arrojara una luz esclarecedora acerca del carácter de una cantidad de líderes e intelectuales de nuestra izquierda, más preocupados por lamentar la muerte de Ghadafi, que por apoyar un multitudinario movimiento popular, que paradójicamente, tiene como principal referente la experiencia latinoamericana.
Luego de recalar en el mundo árabe, el movimiento de indignados atravesó una serie de países, y ahora, al llegarle el turno a nuestros vecinos sudamericanos, resuena como un aldabonazo en nuestras puertas. El rechazo de los indignados a que el 1% sea dueño del 99% de todo (incluyendo en el “todo” a las decisiones políticas) preocupa al poder del signo que fuere. La preocupación de la derecha es obvia, pero la vieja izquierda también sufre, pues por un lado abandonó la denuncia de un sistema que inevitablemente conduce a la concentración del capital, y por el otro ve con malos ojos a un movimiento que pareciera querer desplazar a los viejos partidos verticalistas y su metodología. La vieja izquierda se ríe del carácter desorganizado de los indignados y de su falta de líderes y programa, sin pensar en los siglos que le llevó a la izquierda elaborar un programa y una metodología que le permitiera acceder al poder, y sin pensar en los discutibles resultados obtenidos con dicha toma del poder. En la década del sesenta sobraban motivos para desear un cambio de estructuras y para soñar con un hombre nuevo. Desde aquellos años hasta ahora, el injusto mundo que fue el motivo de innumerables revoluciones no ha hecho más que profundizar su injusticia, en tanto contamina el planeta y nos brinda una vida ayuna de valores. Aquí lo interesante es un movimiento de tijeras que se ha generado entre la profundización de las desigualdades del capitalismo por un lado, y la derrota absoluta de una ideología revolucionaria por el otro. La vieja izquierda, como toda herramienta política que durante años y años ha luchado contra el sistema, ha terminado siendo absorbida por él y no lleva el debate al terreno último donde se dirimen los debates políticos, el de los modelos económicos. Por primera vez en la historia del capitalismo existe un solo modelo, indiscutible, y eventualmente la discusión transita por la forma “más humana” de llevarlo a cabo, y jamás de los jamases se recuerda aquella Reforma Agraria que llevaría a una tenencia de la tierra más equitativa, a una distribución del ingreso más igualitario, a un uso intensivo con alta capitalización, a una mejora constante de su productividad y al desarrollo de un sistema de innovación agraria, todo lo cual generaría el poblamiento de nuestros campos, la revitalización del mercado interno y un entramado productivo más denso y fuerte (1).
Ante esta capitulación de la izquierda, surgen como hongos después de la lluvia reclamos democráticos de gente harta de la corrupción y harta de que los políticos atiendan exclusivamente a la lógica de la banca internacional. En estos últimos días, el brasilero que sale a la calle se indigna por todas las componendas del sistema democrático y las compras de voluntades parlamentarias que ya se vivían bajo el gobierno de Lula, y siente que lejos de estar gobernado por una aristocracia (el gobierno de los mejores) se encuentra gobernado por una kakistocracia (el gobierno de los peores). Las movilizaciones inicialmente fueron convocadas por un movimiento horizontal llamado MPL, que no sólo reclama un boleto gratuito para los estudiantes, si no un boleto gratuito para todos los brasileros, el cual, en su último manifiesto (2) llamó a atender los reclamos de los sin techo, los sin tierra, los aborígenes constantemente expulsados por la construcción de represas hidroeléctricas, cuando no son asesinadas por la industria maderera, y apuntó a la metodología de una policía militar heredada de la dictadura. Inmediatamente el movimiento de protesta exigió la anulación del PEC 37, que le quitaría al ministerio público las potestades para atacar la corrupción de la kakistocracia, y exigió que el dinero que se invertiría en el próximo mundial se desviara para atender los reclamos de salud y enseñanza de la población. El movimiento fue creciendo hasta el millón y medio alcanzado el jueves, cuando, habida cuenta de una obvia infiltración de vándalos que actuaban con la anuencia de la policía militar, y en tanto se volcaron a la calle otros sectores con muy otros propósitos, el MPL frenó su convocatoria, pasó a evaluar la victoria conseguida, prometió seguir con sus reivindicaciones y dio una muestra de madurez política. No sabemos cuándo vendrá la siguiente ola de movilizaciones en Brasil, ni qué pasará en la final del campeonato. Sólo sabemos que, con o sin plebiscito, las próximas movilizaciones serán un hecho inexorable, pues el sistema no puede dar solución a los reclamos.
Por nuestro lado, lejos de observar a la nueva criatura con nuestras viejas cabezas de dinosaurios, debiéramos, por más difícil que sea, intentar ver con nuevos ojos la nueva realidad. No se trata de apoyar las protestas allí donde los que luchan lo hacen contra regímenes de derecha, pero exclamar que están llevados por las narices aquellos pueblos que protestan contra regímenes autodefinidos como de izquierda. Tampoco es válido denunciar la violación de DDHH cometidas por el imperialismo yanqui, pero poner cara de sapo cuando las violaciones se cometen bajo regímenes amigos. Habría que discutir qué significa ser de izquierda, y si no sería más apropiado, en vez de considerar que la gente que se moviliza en Brasil o Argentina estaría llevada por las narices, razonar que es el observador quien subrepticiamente ha sido conducido a las posiciones que desprecia. Cíclicamente, un sistema que para asegurar su dominación apela a la “democracia”, será puesto en tela de juicio por la Democracia. No sabemos cuánto tiempo le llevará al movimiento de indignados afinar su programa y puntería. Es un movimiento que está emergiendo y ya ha logrado instalar en nosotros la duda acerca de si esta democracia no será un hermoso cuento chino y que lo real, lo que campea en el mundo, no es otra cosa que la kakistocracia. Darse cuenta de esto no resolverá las cosas, pero será un inicio para intentar generar lo contrario: la Democracia, la forma de gobierno más sabia, pues aprovecha el saber que cada ciudadano tiene por el simple hecho de ocupar un lugar en la existencia. Si desplazáramos a la kakistocracia al basurero de la historia, aprovecharía mos esa energía infinita, inconmensurable, la energía resultante de la liberación de todo el saber que anida en una sociedad. Descar tar esa energía, como hacemos, para apelar al saber de los kakistócratas sería como , a la hora de impulsar un navío, descartar el viento para llamar al capitán a que sople sobre el velamen con toda la fuerza de sus pulmones.
Al pensamiento de los sesenta le gustaba primero elaborar una ideología y luego salir a la calle, pero aquel mundo ya no se condice con el actual, en el cual para encontrar una canción sólo debemos apretar unas pocas teclas. Nuestro mundo, a través de un bombardeo de mercancías, y de un verdadero socialismo de la cultura, ha establecido la tiranía, o la virtud, de lo inmediato, y eso se trasluce en el carácter inmediato de la protesta, en el sentido de que la multitud no reclama cosas intermedias en aras de acumular hacia un segundo estadio, reclama democracia, salud, enseñanza y la apropiación de la riqueza social que le pertenece. Así como aquellos estudiantes del 96 ocuparon para poner en tela de juicio las virtudes de una Reforma Educativa que fracasó estrepitosamente, en tanto los veteranos militantes les reprochaban que la ocupación, lejos de ser la primera, debía ser la última de las medidas de lucha, el actual movimiento de indignados es protagonizado por jóvenes, como los del MPL, que como en toda revuelta, no sólo se levantan contra el orden establecido, si no que se alzan contra los viejos y su caduca forma de levantarse, o de resignarse, pues toda revolución, sea en el terreno político o en el terreno del arte, fue protagonizada por jóvenes contra viejos. Acaso estos jóvenes no se encuentren con una ideología ya definida, elaborada y razonada. Acaso se muevan por intuición y gusten de hacer camino al andar. Eso no significa que no debatan. Debaten en sus centros de estudio o en las redes sociales, y desde ellas se convocan salteándose el antiguo monopolio de los medios de comunicación. Este movimiento es una criatura que recién está naciendo, la cual, con sus berridos, cuando menos lo esperemos puede despertar al gran gigante que mueve el mundo en tanto recibe sobras.
Hemos escuchado asombrados que el portugués es una lengua menos rica que el castellano, sin embargo pensamos que si eso fuera cierto, posee dos palabras que por su sola fuerza ya igualan nuestro idioma: una es esa palabra que mezcla pasado, nostalgia, amor y lejanía conocida como saudade, y la otra es la sonora palabra catraca, mucho más fuerte y filosófica, y menos hipócrita, que nuestro molinete. El Movimiento Pase Libre culmina el manifiesto que dejamos más abajo, con una hermosísima declaración de principios que pedimos prestada para despedirnos de nuestro lector: “Toda força aos que lutam por uma vida sem catracas!”.
Notas:
(1)- Jorge Álvarez Scaniello. SOBRE MODELOS Y ESTRATEGIAS DE DESARROLLO PARA URUGUAY . Lo que enseña la historia. Brecha, 26 de Marzo del 2010. Artículo altamente recomendable a la hora de reconsiderar la apuesta exclusiva al agro en un país capitalista dependiente.
(2)- http://www.facebook.com/media/set/?set=a.534505839939005.1073741839.176309402425319&type=1
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Ley de Comunicación en Ecuador





Ahora comienza la parte más difícil. Ahora con la Ley en la mano, con el mandato ciudadano refrendado y multiplicado… el desafío es dar un salto cualitativo que garantice, también, la soberanía del los contenidos y el ascenso irrefrenable de la conciencia revolucionaria. Una victoria más de la Libertad de Expresión de los pueblos. Ya basta de basura mediática, los pueblos no merecen semejante humillación.No fue fácil el debate, prolongado por años, para acceder a un documento de Ley capaz de encarnar en sí las luchas de muchas luchas; el vocabulario de la Revolución en marcha; los avances de las Ciencias de la Comunicación y los avances de las Ciencias Jurídicas que, entre otras también, debutan en terrenos y categorías nuevas. No fue fácil pero valió la pena cada minuto y cada hora del debate con que se amasa un capítulo magnífico de la Historia ecuatoriana escrita con la dignidad de su pueblo en pie.
En el corazón de la Ley habita un aliento de celebración humanista que condensa la lucha por democratizar los “medios de comunicación”; la lucha por la diversidad y por la inclusión; la lucha contra los negocios mercenarios que enajenan, impúdica e impunemente, a los pueblos. Hay una celebración de lo humano por encima de los llamados “mercados de la información y de la comunicación”. Celebración de la razón y la pasión por la justicia comunicacional. Celebración de la verdadera Libertad de Expresión en manos de la clase trabajadora, de los estudiantes, de los campesinos y de los pueblos originarios.
No habrá resultados “milagrosos”. Cada una de las tesis y de las tareas que la Ley sistematiza para garantizar un “cambio de época” en comunicación, exigirá de todos el acto supremo de la praxis basada en el estudio riguroso y en el talento activo que permite abrir la mente y la mirada a un paisaje plagado con promesas y territorios nuevos. Se trata de una Ley rica en categorías y en acciones que son extremadamente novedosas para “propios y extraños”. No se puede interpretar una nueva Ley con los viejos valores y taras de la lógica monopólica, de la intolerancia oligarca y de la dictadura mediática burguesa. Eso lo muestra, muy bien, la Ley de Comunicación ecuatoriana. Ahora hay que darle el vigor de la práctica al ejercicio de los derechos y las responsabilidades sociales en materia de comunicación.
Hay terrenos vírgenes listos para las semillas nuevas de la comunicación social liberada de la esclavitud mercantil. La Ley, hoy, lo garantiza. Serán necesaria mucha creatividad, mucho buen humor y todo el talento existente (más el que esta naciendo) para que, en la práctica, el espectro comunicacional ariete contundente que libere los caudales expresivos de una sociedad renaciendo gracias a su Revolución Ciudadana. Cambiará radicalmente el tejido completo de las relaciones sociales con la ayuda de la Ley y su práctica en manos del pueblo.
La Ley no es “perfecta”. Hay conceptos aun insuficientemente desarrollados y hay zonas cuyo tránsito es aun difuso… la buena nueva es que la Ley cuenta con herramientas para perfeccionarse y ponerse a tiempo con la velocidad y complejidad de los avances que, en la comunicación contemporánea, ocurren siempre vertiginosamente. Un caso fascinante es el conjunto de problemas nuevos implícitos en el concepto de “Linchamiento Mediático” y sus casuísticas –dolorosas todas- y sus polémicas. Lo mismo pasa el concepto complejo de “calidad” que tiene raíces tecnológicas, estéticas y éticas en simultáneo.
Para la derecha vernácula, y sus aliados multinacionales, la Ley de Comunicación ecuatoriana es un galimatías insoportable que puso en evidencia todas las incapacidades intelectuales de la burguesía. Han sido paupérrimas las opiniones mientras han sido descontrolados los insultos. Como acostumbra la clase dominante cuando siente que, la plebe, le quita algo que es “suyo”. Nada nuevo, el arsenal crítico de la oligarquía plañidera no más que palabrería estereotipada mojada en odio de clase. Lo peligroso es el golpismo fascista incubado en las tinieblas de su desesperación. Alertas.
Mientras tanto, la Ley ha sido promulgada, hubo celebraciones en las plazas públicas y hay fiesta de ideas emocionadas con el futuro inmediato que para la inmensa mayoría de los ecuatorianos se ofrece pleno de oportunidades que crearan las condiciones objetivas necesarias lapa el “cambio de época” comunicacional que se requiere: “extremadamente bien y extremadamente rápido”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marx sobre la esclavitud, la raza y la clase


The International Marxist-Humanist

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Esclavitud racializada  
Contrariamente a las justificaciones racistas pseudocientíficas de la esclavitud que prevalecieron durante todo el siglo XIX, Karl Marx entendió que el estatuto del esclavo era más una condición marcada externamente que una predisposición existente internamente. En el periodo del auge de la antropología y de la etnología, Marx iba muy por delante de su tiempo al afirmar que el estatuto de esclavo no era un fenómeno natural proscrito biológicamente por la raza de una persona. Marx puso mucho cuidado en desentrañar cómo se diferenciaba la esclavitud racializada de la esclavitud asalariada, cómo se llegaba a producir y por qué su racialización era otra forma de tipos similares de armas utilizadas contra la unificación de la clase obrera.
En lo que se refiere a la diferencia entre los sistemas de trabajo, Marx explicó que aunque los trabajadores asalariados y su trabajo también estaban mercantilizados, los trabajadores asalariados existían como capital variable y su trabajo en formas abstractas o concretas. En cambio, “el propietario de esclavos compra a su trabajador [esclavo] como compra un caballo. Si pierde a su esclavo pierde capital” [1]  . En otras palabras, como añadía Marx, “en el sistema esclavista, el capital financiero invertido en la compra de trabajo desempeña el papel de la forma monetaria del capital fijo, que solo es sustituido gradualmente una vez expirado el periodo de vida activa de esclavo” (Padover, 21). Así, como esclavo, el trabajador ni siguiera es reconocido como trabajador vivo, sino como trabajo muerto. Además, en esta afirmación Marx opone el nivel de alienación del trabajador como esclavo con el del trabajador asalariado identificando al esclavo como capital fijo, mientras que previamente se ha considerado el trabajo asalariado capital que trabaja. Por consiguiente, Marx nunca sugirió que el trabajo asalariado y la esclavitud fueran lo mismo. También diferenció el trabajo asalariado de la clase obrera formalmente libre del trabajo esclavo en otro contexto cuando escribió: “Aquí no se trata de esclavitud indirecta, la esclavitud del proletariado, [sino que] se trata de esclavitud directa, la esclavitud de los negros en Surinam, en Brasil, en los Estado de Estados Unidos” [2].
Por una parte, Marx distinguía ambos comparando la mayor libertad y movilidad del trabajador asalariado “con el negro, sometido a un amo y vendido sin su consentimiento”, pero, por otra parte, afirmó que ambos estaban relacionados por la burla que padecía el trabajador blanco del norte de Estados Unidos que “alardeaba de la más alta de las prerrogativas del trabajador de piel blanca de venderse a sí mismo y elegir a su amo” [3]  y que, por consiguiente, se engaña a sí mismo con ser libre cuando su libertad relativa es tan pequeña.
Por lo que se refiere a cómo se produjo la esclavitud racializada, Marx señaló que “la transformación de África en una conejera para la caza comercial de las personas de piel negra” era el punto fundamental que “marcó el halagüeño amanecer de la producción capitalista” [4]. Marx reconoció que la esclavitud “existía entre todas las naciones desde el inicio del mundo” [5]  pero la esclavitud que preparó el camino para la emergencia del capitalismo occidental tenía una cualidad única y aberrante que lo diferenciaba de otros sistemas esclavistas en otras sociedades del pasado. En anteriores sociedades esclavistas, las personas se convertían en esclavas cuando eran hechas prisioneras de guerra. Era una alternativa humana a asesinar a los vencidos.
Esclavitud y capitalismo
Bajo el capitalismo el proceso inhumano de adquirir esclavos llegó a parecerse al de adquirir materia primas o ganado ya que las personas libres estaban deshumanizadas y habían sido convertidas en mercancías. El estatuto de esclavo se convirtió en inmutable y marcado por el nacimiento. Al igual que el mercado de productos, “el propio mercado de esclavos mantiene un suministro constante de su mercancía de fuerza de trabajo por medio de la guerra, la piratería, etc”, de forma similar a cómo se había adquirido el oro a lo largo de los siglos para su comercialización, aunque los esclavos se diferenciaban en que eran mercancías que se reproducían a sí mismas [6]. Aunque el moderno comercio transatlántico de esclavos no fue el primer caso de la esclavitud racializada, Marx identificó estas cualidades diferentes de este sistema esclavista que implicaba la caracterización de las pieles africanas como esclavos como parte de los cimientos del capitalismo occidental.
“Antes del comercio de esclavos negros, las colonias suministraban al Viejo Mundo pocos productos sin cambiar visiblemente el mundo. Por consiguiente, la esclavitud es una categoría económica de enorme importancia” (Padover, 24).
En otras palabras, no existía una mercancía de más importancia relacionada con las colonias europeas en América que la fuerza humana como capital fijo. La exportación de esclavos tuvo un impacto mayor en la economía global que el todas las demás materias primas juntas.
“La esclavitud directa es el eje central de nuestra industrialización en la misma medida que la maquinaria, el crédito, etc. Sin la esclavitud no se obtiene algodón, sin algodón no hay industria moderna. La esclavitud es lo que ha dado valor a las colonias; las colonias son lo que han creado el comercio mundial; el comercio mundial es la condición necesaria para la maquinaria industrial a gran escala” (Padover, 24).
La compra-venta comercial de esclavos africanos transformó a los trabajadores humanos en un capital fijo que produjo la riqueza que permitió al Viejo Mundo desarrollar las tecnologías para las sociedades capitalistas.
“Sin la esclavitud, América del Norte, el país más progresista, se habría transformado en un país primitivo. No hay más que borrar a América del Norte del mapa de las naciones para tener la anarquía, la decadencia total del comercio y de la civilización moderna. Pero dejar que desaparezca la esclavitud es borrar a América del Norte del mapa de las naciones” (Padover, 24).
Marx no está argumentando en modo alguno que la esclavitud sea necesaria para el progreso humano. En este contexto Marx no utilizaba el término “progresista” en sentido positivo o “anarquía” en sentido negativo. Simplemente trataba de describir la importancia primordial que tuvo la esclavitud para la economía capitalista estadounidense describiendo la manera cómo la ausencia de la esclavitud habría desinflado a toda la sociedad estadounidense.
Marx diferenció analíticamente las categorías de “esclavo” y de “negro”, algo que no hicieron la mayoría de sus contemporáneos. Un africano era obligado a encontrarse en la posición de capital humano fijo. Marx afirmó: “Un negro es un negro. Solo se convierte en esclavo en determinadas relaciones” [7]. Con frecuencia se cita incorrectamente a Marx fuera de contexto en el fragmento anterior a este cuando escribe: “¿Qué es un esclavo negro? Un hombre de raza negra. Una explicación es tan correcta como la otra” (Padover, 13). Pero aquí simplemente estaba resumiendo [lo que decía] Pierre-Joseph Proudhon para criticarlo, no hablaba por sí mismo. El hecho de que Marx diferencie entre “negro” y esclavo” es fundamental para entender que no sucumbió a la ideología racista pseudocientífica de su época.
Marx también había rebatido preventivamente las ideas de la felicidad de los africanos en la esclavitud y de que los propietarios blancos de esclavos tuvieran cualidades innatas para gobernar de forma eficaz al señalar que “50.000 esclavos han desaparecido de Missouri, algunos de ellos al haber huido y otros al haber sido deportados por los propios propietarios de esclavos a otros Estados situados más al sur” [8], con lo que demostró que los esclavos odiaban su condición y que a los propietarios de esclavos les aterrorizaban las revueltas de esclavos.
En otras obras Marx hizo comentarios cáusticos sobre los defensores de la esclavitud que daban por sentada que las categorías de “esclavo” y de “africano” eran intercambiables. En el volumen III El Capital Marx cita una glacial declaración de un abogado defensor de la esclavitud hecha en 1859, que pone en evidencia la crueldad y engreimiento de Sur defensor de la esclavitud:
“Ahora, caballeros […] la naturaleza ha asignado al negro esta condición de cautiverio. Tiene la fuerza y la potencia para trabajar, pero la naturaleza, que creó la potencia, le negó tanto la inteligencia para gobernar como la disposición para trabajar [aplausos]. Se le negaron ambas cosas. Y esta naturaleza que le negó la disposición a trabajar le dio un amo para forzar esta disposición y para convertirlo en un sirviente útil en un clima en el que era capaz de vivir, útil para sí mismo y para el amo que le domina. Mantengo que no es una injusticia dejar al negro en la condición en la que le ha situado la naturaleza, darle un amo que le domine, ni tampoco lo es privarle de todos sus derechos para obligarle a trabajar y pagar a este amo la justa compensación por el trabajo y talento utilizados en dominarlo y hacerlo útil a sí mismo y a la sociedad” [9]. 
En esta parte del volumen III de El Capital Marx trazaba un paralelismo entre la manera cómo los amos trata de justificar su dominio de los esclavos y las justificaciones de los capitalistas de su dominio del trabajo asalariado “libre”. Para ello, Marx añadió sus propias palabras a las anteriores:
“El trabajador asalariado, como el esclavo, tiene que tener un amo para hacerle trabajar y para dirigirlo. Y si se presupone la existencia de esta relación de dominio y servidumbre, es adecuado que el trabajador asalariado sea forzado a producir tanto su propio salario como el salario de su supervisión, como compensación por el trabajo y el talento empleados en dirigirlo y hacerle útil a sí mismo y a la sociedad” (Padover, 26).
Sin describir la esclavitud y el trabajo asalariado como lo mismo, Marx relaciona aquí ambos sistemas de trabajo.
Esta relación implica también la posibilidad de solidaridad entre estos dos grupos de trabajadores mediante la introducción de percepciones similares de ambos por parte de la clase dominante. Además, Marx pone con ello en una situación embarazosa a los directores de las fábricas al compararlos con los dueños de esclavos. Marx consideró escandaloso que los directores de las fábricas defendieran sus posturas económicas y sus pagas más elevadas basándose en lo que ellos consideraban que era su superioridad innata en términos de talento fundada en una base de clase. Marx comparó esto con el escándalo de que los amos de plantaciones de esclavos defendieran sus posturas sociopolíticas y económicas en términos de talento innato fundado en una base racial. Lo uno está arraigado en la ideología racista basada en el racismo pseudocientífico, mientras que lo otro es clasista por naturaleza pero, sin embargo, funcionalista y dogmático.
Marx hizo esta distinción en el volumen III de El Capital que, al igual que sus escritos sobre la Guerra Civil, no se ha leído suficientemente, lo que contribuye así a explicar la idea falsa de que Marx reducía todo a la clase que se hacen personas que dan demasiada importancia a pasajes como aquel en el muy leído Manifiesto Comunista en el que utiliza la palabra “esclavos” para referirse a la clase obrera como “esclavos de la clase burguesa”. Como he demostrado, Marx no es tan simplista.
Marx a los obreros blancos: ¡elegid la solidaridad de raza por encima de la solidaridad de clase por vuestra cuenta y riesgo!
Marx mantuvo que “en Estados Unidos de América cada movimiento independiente de trabajadores estuvo paralizado mientras la esclavitud desfiguró una parte de la República” [10]. Marx creía que luchando por mejorar las condiciones por medio de una solidaridad de clase interracial se podría emprender la batalla en un frente más reducido. Temporalmente, Marx tuvo éxito. Como escribe Kevin Anderson en Marx at the Margins, “desde el punto de vista de Marx, la Guerra Civil de 1861-65 en Estados Unidos constituyó una de las principales batallas del siglo para la emancipación humana, una que obligó a la clase obrera blanca tanto de Estados Unidos como de Gran Bretaña a tomar postura en contra de la esclavitud” [11].
Está claro que Marx conocía otros argumentos en contra de la esclavitud, como se ve en su referencia a Harriet Beecher Stowe en un artículo de 1861 publicado en el New York Daily Tribune. Sabía que los blancos estadounidenses eran conscientes de las razones subjetivas para la abolición de la esclavitud y que había una empatía muy extendida debido a las novela de esta autora, La cabaña del tío Tom La llave de la cabaña del tío Tom [12]. Puesto que Marx creía que los blancos estadounidenses ya habían oído esta lógica, mantengo que Marx introdujo otro ataque contra la esclavitud dirigido a los más empíricos y adversos. No es que Marx no estuviera de acuerdo con Stowe o creyera que los devastadores traumas emocionales y físicos de la esclavitud eran insignificantes. Simplemente sabía que esa discusión ya estaba extendida, por consiguiente, había que lanzar otro argumento a otro nivel que pudiera parece más urgente a aquellas personas que quizá tenían unas convicciones racistas que pudieran suponer un obstáculo a su apoyo a la abolición o que quizá no podían entender cómo afectaba a sus propias vidas la esclavitud. Marx estaba empeñado en revelar esta relación para urgir la solidaridad a través de las líneas raciales. Si la clase obrera blanca podía ver cómo ellos mismos estaba amenazados de esclavitud y, por consiguiente, por qué les interesaba que se aboliera, quizá esto provocaría que sintieran que era urgente asumir una postura en contra de la esclavitud.
Además de insistir en la abolición de la esclavitud como un medio de lograr la emancipación del proletariado, Marx había advertido de que si los blancos trataban de empujar a los negros a una casta dentro de la clase obrera, esto no haría sino aumentar el espectro al que ellos mismos podían ser empujados. Anderson escribe que si no se hiciera caso de las advertencias de Marx, “el resultado sería una nueva clase de capitalismo, abiertamente estructurado sobre unas líneas raciales y étnicas, en el que los inmigrantes blancos estarían junto a los negros en la parte más baja” (Anderson 90). Era necesario resistir a la seducción de la ilusión de convertirse en parte de la clase capitalista, como escribe Anderson citando a Marx:
“Esto se ha logrado dando ‘una orientación inocua a los impulsos turbulentos de acción de los blancos pobres y domesticándolos con la perspectiva de que ellos mismos llegarían a ser dueños de esclavos’. Así, el conflicto entre facciones acerca de la esclavitud operó de una manera ideológica para desviar a los blancos pobres del conflicto con la clase dominante del Sur ” (Anderson 89).
Marx no solo pidió a la clase trabajadora blanca de abandonara unas fantasías pequeño burguesas, sino que insistió en que solo tenían dos opciones: permitir una victoria del Sur y con ello la expansión de la esclavitud por todas las líneas raciales o alinearse por la emancipación de otros seres humanos oprimidos para derrotar a la clase dirigente del Sur.
“Por consiguiente, la actual lucha entre el Sur y el Norte no es sino un conflicto entre dos sistemas sociales, el sistema de la esclavitud y el sistema del trabajo libre. La lucha estalló porque ambos sistemas ya no podían seguir viviendo pacíficamente el uno al lado del otro en el continente norteamericano. Solo podía terminar con la victoria de un sistema u otro” [13].
En esta afirmación Marx pedía que se dejara de asignar a los negros a la casta más baja como capital fijo. Insistió en que incluso para sondear una revolución de clase en Estados Unidos, los blancos tenían que luchar por la emancipación de los negros de la esclavitud hasta convertirse en iguales, para formar una clase trabajadora más amplia y unificada, en vez de intentar perpetuar las castas raciales dentro de la clase trabajadora.
Marx y el Norte durante la Guerra Civil en Estados Unidos
El apoyo de Marx al Norte no era absolutamente incondicional. Su apoyo se debía únicamente a que había abolicionistas y a que observó que la Guerra Civil era una oportunidad que se le presentaba a la clase trabajadora de alzarse en solidaridad con otros seres humanos oprimidos. En el libre de la escritora Raya Dunayevskaya Marxism and Freedom, esta cita a Marx en una carta a Engels: “Un solo regimiento de negros tendría un notable efecto sobre los nervios sudistas […] Una guerra de este tipo se debe guiar según unas líneas revolucionarias, aunque hasta ahora los yankees han tratado de guiarla constitucionalmente” [14]. Desde muy temprano Marx instó a que la Guerra Civil se luchara bajo el estandarte de la abolición y que atacara directamente a la esclavitud racializada. Criticó duramente a los no abolicionistas del Norte por eludir la cuestión.
“La preocupación por mantener de buen humor a los dueños de esclavos ‘leales’ de los Estados fronterizos, el temor a arrojarlos en brazos de la secesión (en una palabra, considerar de manera condescendiente los intereses, prejuicios y sensibilidades de estos aliados dudosos) ha golpeado con una debilidad incurable al gobierno de la Unión desde el inicio de la guerra y le ha llevado a adoptar medidas a medias, le ha obligado a ocultar el principio de la guerra y a ahorrar al enemigo su punto más vulnerable, el origen del mal: la propia esclavitud” [15 ].
Tras denominar la guerra como lo que era, “la rebelión a favor de la esclavitud”, Marx se impacientó con la mansedumbre del Norte que aplacaba las demandas del Sur y especialmente de los Estados fronterizos.
En agosto de 1862 Marx publicó varias criticas del fracaso de Lincon en abolir la esclavitud. Reivindicando las voces de los abolicionistas radicales del Norte, Marx se dirigió a Lincon tres años más tarde en el discurso de 1865 de la Primera Internacional felicitándole por su victoria electoral: “Si la resistencia al poder esclavista fue la consigna de su primera elección, el triunfal grito de guerra de su reelección es Muerte a la Esclavitud” [16]. Aunque Marx apoyaba a los abolicionistas radicales del Norte era crítico con el conservadurismo del gobierno. En un principio el gobierno de la Unión había considerado que los esclavos huidos eran contrabando y se había ordenado al ejército que devolvieras las propiedades robadas a sus amos. El gobierno de la Unión no inspiraba elogios de Marx al Norte, sino los honorables actos de justicia social de los abolicionistas del Norte que se negaban a considerar a las personas africanas como mercancías o “contrabando”.
Como demuestran los escritos de Marx sobre la Guerra Civil y otros escritos sobre la raza, su agenda política y su teoría no se limitaban solamente a centrarse (como se suele creer erróneamente) en la emancipación de la clase trabajadora blanca del trabajo de las fábricas o a concentrarse exclusivamente en la destrucción del capitalismo. Las destrucción del capitalismo era secundaria: era un medio para una emancipación humana a gran escala que podría devolver al trabajo desde su forma alineada a su esencia humana. La preocupación fundamental de Marx era la emancipación humana y el grado extremo de alienación de la fuerza de trabajo racializada, y su papel como eje central de la civilización capitalista occidental lo convertía en el lugar necesario para empezar.
Contrariamente a las acusaciones de que Marx reducía todo a la clase, sus escritos sobre la Guerra Civil revelan que la raza no ocupaba un lugar secundario respecto a la lucha de clase sino que, por el contrario, la lucha contra la esclavitud fue el precursor que impulsó a la clase trabajadora a unirse a la lucha por la emancipación humana identificando las diferentes formas que adoptó la opresión.

Notas:

[1] Karl Marx, “The Life-Destroying Toil of Slaves”, en The Karl Marx Library, Vol. II: On America and the Civil War, edited by Saul K. Padover (Nueva York: McGraw-Hill, 1972), 21. En adelanta las referencias a Padover están en las notas o cuando aparecen varias referencias a un texto en particular, directamente en el texto con el número de página.
[2] Marx, “From letter written in French to Pavel Vassilyevich Annenkov”, en Padover, 36.
[3] Marx, “Address of the International Working Men’s Association to President Lincoln”, en Padover, 237.
[4] Marx, Capital, Vol. I, traducción de Ben Fowkes (New York: Penguin, 1977), 915.
[5] Marx, “From letter written in French to Pavel Vassilyevich Annenkov”, en Padover, 36.
[6] Marx, “Slavery as a General System”, en Padover, 24.
[7] Marx, “What is a Negro Slave?”, en Padover, 13.
[8] Marx, “A Crisis in the Slavery Question”, en Padover, 133.
[9] Marx, “Master, Slave, and Overseer”, en Padover, 26.
[10] Marx, Capital, Vol. I, p. 414.
[11] Kevin Anderson, Marx at the Margins, (Chicago: University of Chicago Press, 2010), 79.
[12] Marx, “The American Question in England”, en Padover, 53.
[13] Marx, “The Civil War in the United States”, en Padover, 93.
[14] Marx, citado en Dunayevskaya, Marxism and Freedom (Amherst, NY: Humanity Books, 2000), 82.
[15] Marx, “The Civil War and the United States”, en Padover, 93.[16] Marx, “Address of the International Working Men’s Association to President Lincoln”, en Padover, 236.

 Fuente: http://www.internationalmarxisthumanist.org/articles/abolitionists-marx-slavery-race-class-dyne-suh