Las luchas del año pasado enseñaron que la movilización es la única forma para ser escuchados; el desprestigio de la institucionalidad como interlocutor hacia los movimientos sociales; y la necesidad de constituir un movimiento transversal desde donde plantear alternativas al sistema neoliberal en todos los planos.
Las movilizaciones del año pasado, para algunos “La primavera de Chile”, es el estallido tras un largo proceso de aprendizaje, movilización y reflexión de los estudiantes respecto del significado del derecho a la educación y que, en el 2011, tomaron forma en dos grandes ejes articuladores del movimiento: La gratuidad de la educación y el fin al lucro. En el caso de los secundarios, la gratuidad significa el término de las subvenciones y aportes compartidos, tanto a nivel municipal como particular subvencionado. El fin al lucro significa poner término al negocio del sistema particular subvencionado con los fondos públicos; el fin al lucro y la gratuidad significan que el Estado garantice y reconozca la educación como un bien público y como un derecho social.
En ese sentido, los estudiantes de base, en particular nosotros, los estudiantes secundarios, luego de las experiencias de las movilizaciones de los años 2006 y 2008, habíamos concluido en que el origen de la crisis que vivíamos se encontraba en los cimientos mismos del sistema educativo. Nuestras conclusiones y reflexiones fueron ignoradas, fuimos también engañados una y otra vez por autoridades y partidos tradicionales de la institucionalidad chilena. Y entonces aprendimos que sólo la masividad, la solidaridad y la fuerza de nuestras acciones (tomas, paros, cortes de calle, marchas) obligaría a los partidos y a las autoridades a asumir la evidencia de la crisis y dar un vuelco en la discusión.
No fuimos los únicos ignorados, quizás sólo los primeros en ocupar durante más de siete meses calles, plazas y escuelas, rompiendo el cerco informativo y permeando las conciencias ciudadanas. Ese miedo que durante tantos años infundió a diestra y siniestra la dictadura, y aquel adormecimiento del pueblo, en que la mano “tecnicista” de la Concertación podía cooptar la protesta social, terminó por quebrarse durante el año 2011, tanto por la acción del movimiento estudiantil como por las acciones de diversos movimientos con sus demandas respectivas, (por ejemplo, el movimiento en contra de HidroAysén y el “puntarenazo”). El 2011 significó entonces la instalación, tanto para el movimiento estudiantil como para diversos actores sociales, de nuevas lógicas frente a la ausencia de respuestas a las demandas ciudadanas.
Las lógicas
De estas lógicas se pueden distinguir tres principales: la movilización como única forma para ser escuchados; el desprestigio de la institucionalidad como interlocutor hacia los movimientos sociales; y la necesidad de constituir un movimiento transversal desde donde plantear alternativas al sistema neoliberal en todos los planos. El modelo asambleísta con que ha funcionado el movimiento secundario ha facilitado la permanencia y el progreso de estas lógicas; cada generación que participa de éstas, sin la distancia entre dirigentes y bases, permitiendo mayor amplitud, llegada y participación a los sectores menos articulados del movimiento.
La visión que tenemos los estudiantes secundarios surge desde nuestras propias vivencias, que a diario nos demuestran las contradicciones más palpables del sistema capitalista: cuando faltan sillas, agua, luz, profesores, y las toneladas de dinero destinadas a la educación llegan a los bolsillos de sostenedores y municipios, divisamos el predominio de un criterio mercantil en la educación. El que las universidades públicas incluyan medidas como el ranking como factor de ponderación, no corrige la desigualdad ni las pésimas condiciones de formación en que muchos estudiantes accederán a la universidad. El problema está en la formación previa, allí se concreta la segregación y allí se zanja el futuro de los jóvenes.
Hoy las matrículas en la educación municipal han disminuido peligrosamente, la migración ha sido desde la educación pública hacia los particulares subvencionados y pagados. El sistema impone la búsqueda de lucro, puesto que se alimenta de éste y del endeudamiento de las familias, la nueva forma esclavizadora del neoliberalismo chileno. Bajo esta realidad, hemos desarrollado un rechazo a la institucionalidad vigente que no ha entregado ni quiere entregar solución alguna a estos problemas.
A favor del lucro El rechazo de la Cámara de Diputados al informe sobre el lucro en la educación superior indica que el Parlamento no sólo no ha aprendido a representar a los ciudadanos, sino que, una vez más, en cuanto a la educación o los recursos del mar, vota para los que lucran con nuestras vidas, nuestros sueños, nuestra salud y con los recursos de todos los habitantes de Chile. Además, quienes hoy tienen el poder han encontrado su punto de consenso a través de la aprobación progresiva de leyes criminalizadoras de los movimientos sociales, como la ley anti encapuchados (aprobada el miércoles 18 de julio) y la ley Hinzpeter que prontamente será avalada por estos mismos parlamentarios.
En este contexto, ¿qué puede pretender como legitimidad un poder ciego y sordo a las demandas de los ciudadanos? Bajo estas circunstancias, los secundarios a nivel nacional apostamos a avanzar con nuestros padres y madres, con los pobladores, con los trabajadores. Queremos avanzar tomando como base la “Propuesta para la educación que queremos”, entregada en diciembre del 2011 (1). En ella subrayamos tres elementos. El primero, es la reivindicación de un sistema nacional de educación gratuito en todos los niveles.
Un sistema que se articule con excelencia y con coherencia a las necesidades del país y de cada comunidad, y que consagre la educación como un derecho fundamental. El segundo elemento, es que este sistema cuente con control comunitario remplazando el actual modelo municipal. Por control comunitario entendemos que sean las comunidades escolares y los habitantes de cada territorio quienes decidan sobre gestión y planes de enseñanza. Las comunidades pueden, con un buen apoyo técnico, asumir este desafío. Finalmente, una vez más, el término del lucro con los recursos del Estado. Para ello creemos que es preciso avanzar en la mayor y mejor solidaridad entre estudiantes, trabajadores y pobladores. Esto es lo que hemos querido expresar este año, no sólo en el discurso, sino también en la acción. Es así que debe entenderse la ocupación de la empresa Konecta Chile por trabajadores y estudiantes.
No es coincidencia que hoy existan diversos sectores productivos que se encuentren movilizados en busca de la mejora de condiciones laborales, este fenómeno responde al sentido que instalaron los estudiantes, primero, y luego los habitantes de Aysén, Pelequén y Freirina, entre otros: “El que no llora no mama”. Pero, hay que ir haciéndolo juntos. Necesitamos la articulación de todas las luchas en la misma movilización callejera, en donde nuestras experiencias y el compartir vivencias se convierte en una relación de reciprocidad y de solidaridad que poco a poco va dinamizando nuevamente a todos los sectores. El espíritu de la “Propuesta para la educación que queremos” y que hoy diversos liceos del país y plenos universitarios, entre ellos el Pedagógico y la Universidad Central, han discutido y analizado para incluirla en sus banderas de lucha, se nutre de esta idea fuerza. Y es que el poder comunitario, como concepto puesto en práctica, ha mostrado que puede dar frutos.
*Eloísa González. Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES)