terça-feira, 18 de setembro de 2012

Quem se beneficia com a crise na Europa

Cuatro años de crisis

Viento Sur


Cerca de cuatro años después de la quiebra del banco americano Lehman Brothers, la crisis está lejos de haber terminado. Además de Grecia, España o Italia, la zona euro muestra un crecimiento penoso. En el mundo, incluso China conoce una ralentización de su actividad.
Estamos ante una crisis de una gravedad excepcional, una crisis larga que dura desde hace ya más de cuatro años y ninguna de las grandes potencias económicas, incluyendo las emergentes, está ya a salvo”.
Se puede por una vez estar de acuerdo con este diagnóstico de François Hollande en su discurso pronunciado en Châlons-en-Champagne el pasado 31 de agosto (lo que no quiere decir que se apoyen los remedios que propone). Nos acercamos al aniversario de la quiebra del banco americano Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, sin que se dibuje ninguna salida de la crisis.
El penoso crecimiento mundial
Las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicadas a mediados de julio dan fe de la nueva ralentización de la economía. El crecimiento de los países “avanzados” (América del Norte, Unión Europea, Corea del Sur, etc.) es dos veces menos elevado que en 2010. El marasmo es particularmente fuerte en la zona euro con un crecimiento negativo en 2012 (-0,3%). Francia sale un poco mejor parada que sus vecinos (+0,3%), pero con esta cifra el paro se va a disparar: el ministro de trabajo, Michel Sapin ha anunciado que el umbral del 10% de parados estaba ya franqueado. De hecho, Francia se dirige hacia su récord de paro desde 1975: 10,8% en el primer semestre de 1997 -solo Francia, sin contar los DOM-TOM- (Dominios y Territorios de Ultramar ndt). En el resto del mundo la ralentización es limitada pero real. El crecimiento de Brasil es tres veces menos elevado que en 2010. El de India baja también y será sin duda en 2012 más débil que el previsto por el FMI (del orden del 5,5%). Lo mismo ocurre en China, que debería estar con un crecimiento del 7,5%.
Detrás de este paisaje, podemos observar tres fenómenos principales:
- La debilidad del crecimiento en los Estados Unidos y en Europa es el índice de que las causas iniciales de la crisis no han sido superadas: tendencia a la sobreacumulación, peso de las deudas acumuladas, incertidumbres sobre el balance de los bancos que mantienen la desconfianza, ingeniosidad de los especuladores y financieros.
- Las principales clases dominantes de los países occidentales están desgarradas por sus divisiones sobre la estrategia económica: republicanos ultraliberales contra demócratas en los Estados Unidos, divisiones entre países en Europa.
- El final de la ilusión según la cual las economías emergentes, y particularmente la china, podían venir a salvar a las economías de la OCDE.
En los Estados Unidos y en Europa, las burguesías y su representación política están divididas sobre la forma de gestionar las finanzas públicas (en Estados Unidos) y la cuestión monetaria (en la zona euro); pero unificadas sobre las políticas de austeridad social y salarial y la voluntad de mantener el marco neoliberal. Ningún cambio importante de conjunto de esta orientación está en el orden del día.
En los Estados Unidos, Obama y Romney son ambos, cada uno a su manera, candidatos del “1%”, según la fórmula del movimiento Occupy Wall Street. Sin embargo, una victoria del republicano Romney marcaría una vuelta a políticas ultrarreaccionarias y belicistas.
Europa, eslabón débil de la situación
Europa aparece como el eslabón débil en la configuración del capitalismo actual. Su crecimiento, como hemos visto, es el más calamitoso de todas las grandes zonas económicas. Su recesión en 2012 debilita el comercio mundial a través de la ralentización de sus importaciones, y por tanto de la actividad de los demás países, mientras que su crisis financiera (situación de los bancos, deudas públicas) aumenta la incertidumbre mundial. Tras tantas cumbres europeas presentadas como decisivas, la crisis bancaria española combinada con la situación de Grecia ha marcado una nueva etapa.
Las medidas de austeridad acentúan la debilidad del crecimiento y del paro, pero ningún sector esencial de las clases dominantes apoya un giro de conjunto de las políticas económicas y no hay presión efectiva del movimiento obrero europeo en ese sentido. Ciertamente, por primera vez, la Confederación Europea de Sindicatos se ha opuesto a un tratado europeo rechazando el tratado presupuestario. Pero hay una distancia entre tales declaraciones y la preparación de movimientos de conjunto de los asalariados europeos. Movimientos de conjunto que irían más allá de las jornadas de acción a las que los poderes no están dispuestos a hacer la menor concesión. En fin, los antiliberales radicales y los anticapitalistas son demasiado débiles y están demasiado poco coordinados como para influir a favor de soluciones radicales a nivel europeo.
Quienes se benefician de la crisis y la masa de los demás
A escala mundial, 25 millones de millonarios, que representan el 0,5% de la población, concentran ellos solos el 36% de las riquezas, según el informe 2011 sobre la riqueza mundial del Crédit Suisse. Un informe del Centro de Investigación del Congreso de los Estados Unidos muestra que los americanos más ricos se han enriquecido desde 2001: el 10% de la población posee ya el 75% de la riqueza nacional y, entre ellos, el 1% más rico es dueño de cerca del 35%.
Otros pagan los platos rotos, como muestra un informe reciente de la Oficina Internacional del Trabajo. Limitándose a los países desarrollados (lo que no quiere decir que el resto del mundo esté a salvo):
- El paro roe las sociedades y la situación de los jóvenes es particularmente crítica. La tasa de paro de los jóvenes supera el 45% en Grecia y en España (en España, ha pasado del 18% en 2007 al 45,8% hoy). El paro de larga duración ha progresado.
- La calidad de los empleos se ha deteriorado. La parte de los empleos a tiempo parcial y de los CDD -contratos de duración determinada- (de diversos tipos, incluyendo los interinos) ha progresado entre 2007 y 2011. Los empleos de los CDD y eventuales han sido los primeros suprimidos al principio de la crisis pero, luego, las contrataciones se han hecho en mayor proporción bajo esta forma. Estos empleos tienen rentas menores que los empleos estables.
- Menos acceso a la salud. En Europa, el caso de Grecia es el más dramático con recortes del 40% del montante del presupuesto de los hospitales públicos. En los Estados Unidos, las familias deben soportar ya gastos de salud ruinosos tras la pérdida de su empleo y del seguro de enfermedad que le está ligado y el impacto de la reforma Obama no se hará sentir realmente más que en 2014.
- Brechas en el derecho laboral. Numerosos países han conocido reformas del derecho laboral que han flexibilizado frecuentemente las reglas del despido. La proporción de asalariados cubiertos por convenios colectivos ha disminuido. En Grecia, España y Portugal, leyes introducidas desde 2010 permiten derogar acuerdos de rama y reducen las garantías individuales y colectivas en caso de despido.
- Austeridad presupuestaria. Veintidós de los veintisiete países de la UE han bloqueado o reducido los salarios de los funcionarios. El mismo número de ellos ha reducido las prestaciones sociales: prestaciones de desempleo y jubilaciones (retraso de la edad, disminución d ellas pensiones, acceso más difícil).
Fuente: http://www.npa2009.org/content/quatre-années-de-crise
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Fuente: http://www.vientosur.info/spip/spip.php?article7107

El casino del sistema alimentario global


Common Dreams

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El alimento es nuestro sustento. Es la fuente de la vida. El cultivo de alimentos, su procesamiento, transformación y distribución involucran a un 70% de la humanidad. Su consumo nos involucra a todos. Sin embargo, lo que conforma la economía dominante del alimento de la actualidad no es la cultura o los derechos humanos. Más bien la especulación y los beneficios deciden la producción y distribución de alimentos. El hecho de que se coloquen los alimentos en el casino financiero global es una receta para el hambre.
Después de la crisis de los créditos de alto riesgo en EE.UU. y el crac de Wall Street, los inversionistas se apresuraron a participar en los mercados de commodities, especialmente los productos básicos agrícolas y petroleros. Aunque la producción real no aumentó entre 2005 y 2007, la especulación con los alimentos aumentó un 160%. La especulación hizo aumentar los precios y los altos precios llevaron a otros 100 de personas millones hacia el hambre. Barclays, Goldman Sachs, JP Morgan, todos juegan en el casino global del alimento.
Un anuncio de Deutsche Bank en 2008 decía: “¿Le gusta el aumento de precios? Todos hablan de productos básicos, con el Eurofondo de Agricultura usted puede beneficiarse del aumento del precio de los siete productos básicos agrícolas más importantes”.
Cuando la especulación impulsa el aumento de precios, los inversionistas ricos se hacen más ricos y los pobres mueren de hambre. La desregulación financiera que desestabilizó el sistema financiero mundial está desestabilizando ahora el sistema alimentario mundial. El aumento de precios no es solo el resultado de oferta y demanda. Es sobre todo un resultado de la especulación.
Entre 2003 y 2008 se calcula que la especulación con el índice de commodities aumentó en un 1.900%, de 13.000 millones de dólares a 260.000 millones. Un 30% de esos productos básicos indexados están invertidos en productos básicos agrícolas. Como señala la Iniciativa de Responsabilidad de la Agroindustria: “Vivimos en un mundo feliz de comercio electrónico, provocado por algoritmos de índices de precios compuestos, ataques de ‘falta de confianza’ de inversionistas y de ‘pools ocultos’ desregulados de más de 7 billones [millones de millones] de dólares en comercio extrabursátil de derivados de commodities”.
El comercio mundial de productos básicos no tiene relación con alimentos, su diversidad, sus productores o consumidores, con las estaciones, con la siembra o la cosecha. La diversidad alimentaria es reducida a ocho productos básicos y agrupada en el “índice compuesto de precios”.
Las estaciones son reemplazadas por comercio durante las veinticuatro horas del día. La producción de alimentos impulsada por la luz solar y la fotosíntesis es desplazada por “consorcios ocultos de inversión”. La tragedia es que este mundo irreal está creando hambre para gente real en el mundo real.
En The Food Bubble: How Wall Street Starved Millions and Got Away with it –un artículo de fondo para Harper’s – Fredirick Kaufman dice: “La historia de los alimentos dio un giro sombrío en 1991, una época en la que nadie estaba prestando mucha atención. Fue el día que Goldman Sachs decidió que nuestro pan de cada día era una excelente inversión”.
Y la entrada de inversionistas como Goldman Sachs, AIG Commodity Index, Bear Sterns, Oppenheiner and Pimco, Barclays, permitió que la agroindustria aumentara sus beneficios. En el primer trimestre de 2008, Cargill atribuyó su aumento de un 86% a beneficios en el comercio de productos básicos. ConAgra vendió su filial comercial a un fondo de inversión libre por 2.800 millones de dólares.
El juego para conseguir beneficios en el precio del trigo quitó el alimento a 250 millones de personas. La especulación ha separado el precio de los alimentos de su valor. Como Austin Da-mani, un corredor de trigo dijo a Fred Kaufman: “Comerciamos en trigo, pero es trigo que nunca vamos a ver. Es una experiencia cerebral”.
El alimento es una experiencia ecológica, una experiencia sensorial, una experiencia biológica. Con la especulación se ha removido de su propia realidad. Los mercados de granos han sido transformados, con el comercio en futuros de los gigantes de los granos en Chicago, Kansas City y Minneapolis en combinación con la especulación por los inversionistas.
Y como dice el señor Kaufman: “El trigo imaginario comprado en cualquier sitio afecta al trigo real comprado por doquier”. Por lo tanto si no se "descomoditiza" el trigo se negarán los alimentos a más y más gente; se lanza más y más dinero al casino global, los procesos artificiales de especulación están incrementando los precios de los alimentos y llevándolos fuera del alcance de millones de personas.
Las reglas de la Organización Mundial de Comercio, los programas de ajuste estructural del Banco Mundial y el FMI y los acuerdos bilaterales de libre comercio han impuesto la integración de economías locales y nacionales en el mercado global. Y ahora el sistema financiero global está especulando en commodities alimentarias, influenciando precios y el derecho a los alimentos de las personas más pobres en el rincón más remoto del mundo.
El punto más alto en los precios de alimentos del mundo comenzó a reaparecer en 2011. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en enero de 2011 el índex de los precios de alimentos había aumentado 3,4% desde diciembre de 2010. El índice del precio de cereales estaba a 3% por sobre diciembre, y al más alto nivel desde julio de 2008, pero todavía a un 11% bajo su nivel más alto en abril de 2008.
En India, el precio de la cebolla saltó de 11 rupias por kilo en junio de 2010 a 75 rupias por kilo en enero de 2011. Los precios también subieron a pesar de que la producción de cebollas había subido de 4,8 millones de toneladas en 2001-2002 a 12 millones de toneladas en 2009-2010, mostrando que en un mercado impulsado por la especulación no existe una correlación entre la producción y los precios. La diferencia de precios entre la venta al por mayor y al menor fue de 135%.
Los alimentos que se han colocado en un casino global sirven a los inversionistas especuladores y a la agroindustria, pero no a la gente. Tenemos que sacar a los alimentos del casino global y devolverlos a los platos de la gente. La democracia alimentaria y la soberanía alimentaria solo pueden lograrse poniendo fin a la especulación financiera.
Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, relacionó la revolución egipcia de 2010 con el aumento de los precios de los alimentos. “En muchas protestas, los manifestantes han blandido barras de pan o han mostrado pancartas expresando su indignación por el aumento del coste de alimentos básicos como las lentejas. Cuando se trata de alimentos, los márgenes entre estabilidad y caos son peligrosamente finos. La volatilidad en los mercados se puede convertir rápidamente en volatilidad en las calles y todos deberíamos mantenernos vigilantes”.
La creciente preocupación por la especulación con alimentos ha obligado a algunos bancos a dejar de invertir en commodities alimentarias. Commerzbank de Alemania y Volksbanken de Austria han sacado los productos agrícolas de sus productos de fondos indexados. Deutsche Bank ya había hecho lo mismo. Es hora de que todos los gobiernos y todas las instituciones financieras pongan el derecho al limento por sobre el hambre de beneficios.
© 2012 The Asian Age
La doctora. Vandana Shiva es una filósofa, activista medioambiental y eco-feminista. Es fundadora y directora de Navdanya Research Foundation for Science, Technology, and Ecology. Es autora de numerosos libros, incluyendo: Soil Not Oil: Environmental Justice in an Age of Climate Crisis; Stolen Harvest: The Hijacking of the Global Food Supply; Earth Democracy: Justice, Sustainability, and Peace; y Staying Alive: Women, Ecology, and Development. Shiva también ha servido como asesora de gobiernos en India y en el extranjero así como en ONG, incluyendo el Foro Internacional sobre Globalización, la Organización de Mujeres de Entorno y Desarrollo y la Red Tercer Mundo. Ha recibido numerosos premios, incluyendo el 1993 Right Livelihood Award (Premio Nobel Alternativo) y el Premio de la Paz Sydney 2010.

Fuente: http://www.commondreams.org/view/2012/09/14-5

A casta política corrupta da Espanha está arruinando o país por várias gerações


Traducción de un artículo publicado en varios periódicos económicos alemanes, 
por su corresponsal en España



Hoy, 6 de septiembre, se encuentran en Madrid los gobiernos de Alemania y
España, acompañados de un nutrido grupo de empresarios, y donde seguro
hablarán sobre las condiciones para poder otorgar más ayudas financieras a
España o a su sistema bancario.

En los dos lados se ha elevado el tono en los últimos meses y es con gran
expectación que España espera ahora la decisión que va a tomar el Tribunal Constitucional alemán, que esa sí es crucial, el día 12, sobre la conformidad
o no del rescate europeo y las obligaciones derivadas para los alemanes.

En Alemania crece la crítica contra la supuesta "mentalidad de fiesta" de los
españoles; en España los medios cada vez son más negativos con la supuesta
dureza de la canciller Merkel.

Pensamos que la situación es mucho más compleja de lo que presentan ambos
gobiernos y la mayoría de los medios.

España no es Grecia, pero España puede ser un paciente crónico si Alemania,
junto con Europa, no contribuye a solucionar sus verdaderos problemas.



España no debería recibir más dinero sin que se cambie a fondo el sistema
político y económico, hoy en manos de una oligarquía política aliada con la
oligarquía económica y financiera, y sin que se aumente la participación
ciudadana real en las decisiones políticas.

Para no perpetuar la crisis y endeudar a los españoles durante generaciones,
el Gobierno español debe reformar a fondo la administración de las comunidades
autónomas y los ayuntamientos, en su mayoría en bancarrota y completamente
 fuera de control, sometiendo a referéndum el modelo de Estado.

Este tema es la clave del futuro de España, porque las regiones, ayuntamientos
y diputaciones son los responsables de los dos tercios del gasto público -
234.000 millones frente a 118.000 el Estado en 2011-, excluyendo la Seguridad 
Social -23.000 millones-, y este gasto se realiza en condiciones de descontrol,
despilfarro y corrupción totalmente inaceptables.

Las razones verdaderas de la crisis del país, en consonancia con lo dicho,
nada tienen que ver
con salarios demasiado altos -un 60 % de la población ocupada gana menos de 1.000 euros/mes-,
pensiones demasiado altas -la pensión media es de 785 euros, el 63% de la media de la UE-15-
o pocas horas de trabajo, como se ha trasmitido a veces desde Alemania.

A España tampoco le falta talento, ni capacidad empresarial ni creatividad.
Tiene grandes pensadores, creativos, ingenieros, médicos excelentes y gestores
de primer nivel.

 La razón de la enfermedad de España es un modelo de Estado inviable,
fuente de todo nepotismo y de toda corrupción,
impuesto por una oligarquía de partidos en connivencia con las oligarquías financiera y económica, 
y con el poder judicial y los organismos de control a su servicio.

En España no existe
separación de poderes,
ni independencia del poder judicial,
ni los diputados representan a los ciudadanos, solo a los partidos que los ponen en una lista.

Todo esto lleva también a una economía sumergida que llega al 20% del PIB y
que frena la competencia, la eficacia y el desarrollo del país.

Además, detrae recursos con los que podrían financiarse educación y sanidad.

Las ayudas para España, igual que para otros posible candidatos de rescates,
no deben ir a bancos ya casi en bancarrota y fuertemente politizados.

En la CAM, el Gobierno ha comprometido 16.000 millones de dinero público en lugar
de cerrarla; en Bankia, 23.000, y el Ejecutivo acaba de darle 5.000 millones 
urgentemente para cubrir pérdidas en vez de cerrarla, y además de forma tan
extraña que despierta todo tipo de recelos.

¿Por qué se ha utilizado el dinero de los españoles (FROB) en vez de esperar los
fondos de la UE?

Es lícito suponer que la razón es la siguiente: los bancos no quieren que la UE 
investigue sus cuentas.

Control estricto y duras condiciones:

Ya el caso de Grecia ha demostrado que las ayudas europeas tienen que estar
vinculadas a un control estricto y condiciones duras.

Esas condiciones no pueden solamente representar recortes sociales o subidas
brutales de impuestos, como hace ahora el Gobierno de Mariano Rajoy con la
excusa de Europa.

Se tiene que cambiar más en España que cortar gasto social, que de todos modos
es mucho más bajo que en Alemania, y hay otros gastos infinitamente más relevantes
que se pueden eliminar.

Además, los casos de corrupción resultan tan escandalosos, incluso en el propio
Gobierno, que uno solo puede llegar a una conclusión: el dinero de Europa no puede
ser manejado por  personas tan increíblemente venales.

La pasada semana el ministro de Industria Soria - imputado también por
corrupción urbanística en Canarias - acusó al ministro de Hacienda en el
Consejo de Ministros de favorecer descaradamente a la empresa líder de
renovables, Abengoa, de la que había sido asesor, en la nueva regulación de
estas energías, que reciben más de 7.000 millones de euros de subvenciones
anualmente.

Y Rajoy, al que entregó una carta probatoria, ni dijo ni hizo absolutamente nada.

No puede permitirse por más tiempo este nivel de corrupción,

y menos aún a
17 regiones funcionando como estados independientes, con todos los
organismos multiplicados por 17, desde 17 servicios meteorológicos a 17
defensores del pueblo, con 200 embajadas, 50 canales de TV regionales en


pérdida, 30.000 coches oficiales o 4.000 empresas públicas que emplean a
520.000 personas, creadas específicamente para ocultar deuda y colocar a
familiares y amigos sin control ni fiscalización alguna.

En conjunto, unos 120.000 millones, equivalentes al 11,4% del PIB, se despilfarran 
anualmente en un sistema de nepotismo, corrupción y falta de transparencia.

Y con esto se tiene que acabar, entre otras cosas, porque ya no hay dinero.

Los últimos datos de las cuentas públicas conocidos la pasada semana son
escalofriantes.

El déficit del Estado a julio ascendió al 4,62% del PIB, frente a
un déficit del 3,5% comprometido con la UE para todo el año (del 6,3%
incluyendo regiones y ayuntamientos).

Pero lo realmente inaudito es que España está gastando el doble de lo que ingresa.
101.000 millones de gasto a julio frente a 52.000 millones de ingresos, y precisamente para poder financiar el despilfarro de regiones y ayuntamientos, que no están en absoluto
comprometidos con la consolidación fiscal.



El tema del déficit público es algo que roza la ciencia ficción, y que ilustra
perfectamente la credibilidad de los dos últimos gobiernos de España.

En noviembre de 2011, el Gobierno dijo que el déficit público era del 6% del PIB; a
finales de diciembre, el nuevo Gobierno dijo que le habían engañado y que el
déficit era superior al 8%, y que se tomaba tres meses para calcularlo con toda
precisión.

A finales de marzo, se dijo que definitivamente era del 8,5%, y ésta fue la cifra
que se envió a Bruselas.

Dos semanas después, la Comunidad de Madrid dijo que sus cifras eran erróneas y el Ayuntamiento de la capital igual… el déficit era ya del 8,7%.

Sin embargo, la semana pasada el INE dijo que el PIB de 2011 estaba
sobrevalorado y, con la nueva cifra, el déficit era del 9,1%; dos días después,
Valencia dijo que su déficit era de 3.000 millones más; o sea, que estamos en
el 9,4% y las otras 15 CCAA y 8.120 ayuntamientos aún no han corregido sus
cifras de 2011.

Lo único que sabemos es que están todas infravaloradas.

El déficit real de 2011 puede estar por encima del 11%, y en 2012 se esta 
gastando el doble de lo que se ingresa. 

Como dice el Gobierno de Rajoy, “estamos en la senda de convergencia”.
Y es verdad… de convergencia hacia Grecia.

Claramente, la joven democracia española tiene todavía muchos déficits de
representatividad y de democracia que deberían interesar a la canciller Merkel 
y también a Europa, si queremos evitar una Grecia multiplicada por cinco y
salvar el euro.

Esto es lo que ha hecho posible el despilfarro masivo de las ayudas europeas,
con una asignación disparatada de las mismas, a pesar de que estas ayudas
han supuesto una cifra mayor que la del Plan Marshall para toda Europa.



Es frustrante que a causa de este sistema oligárquico nepotista y corrupto se
destroce talento y creatividad y que ahora muchos jóvenes se vean forzados a
trabajar fuera, muchos en Alemania.

Esa situación nos ha llevado a una distribución de riqueza que es de las más 
injustas de la OECD. 

La antaño fuerte clase media española está siendo literalmente aniquilada.

Resumiendo: no es una falta de voluntad de trabajo, como se piensa tal vez en
algunos países del norte de Europa, lo que hace que España sufra la peor
crisis económica de su Historia.

Es un sistema corrupto e ineficiente.

La crítica del Gobierno alemán y sus condiciones para un rescate de España 
se deberían concentrar en la solución de esos problemas.

En caso contrario, solo conseguirán
que una casta política incompetente y corrupta arruine a la nación
para varias generaciones.

*Stefanie Claudia Müller es corresponsal alemana en Madrid y economista

LAS ÉLITES “EXTRACTIVAS”

Una teoría de la clase política española

Los partidos han generado burbujas compulsivamente

EVA VÁZQUEZ
En este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. 
La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales.
¿Por qué una teoría? Por dos razones.
En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían.
Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro.
Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:
1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson.
Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular.
Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política.
A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. 
En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. 
En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. 
Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.

La historia

 

Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. 
No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. 
Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió.
La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable.
La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.
Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado.
Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. 
Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.
En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas.
Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. 
La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución
Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad.
Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora.
Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas.
En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución.
A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos.
En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. 
Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.
Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia…
El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. 
Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento.
El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años.
La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. 
No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.

Las burbujas

 

Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española.
Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva.
Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.
La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. 
No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político.
Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. 
En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores.
Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir.
Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. 
Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! 
El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!
Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. 
Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir.
Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. 
Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía.
A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de euros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!
La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes.
Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener.
En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos.
Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!

La teoría

 

Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.
El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:
“Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio”.
“Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch”.
“Abominar la ‘destrucción creativa’, que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter “la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo”.  Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político”.
Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
  1. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir.
    Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
  2. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
  3. ¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular.
    ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
  4. Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación.
    De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA.
    La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.

La predicción

 

La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular.
Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de euros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas.
Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.
La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado.
Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente.
La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera.
De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo.
La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España.
Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala.
El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.
El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.

Cambiar el sistema electoral

 

La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos.
Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional.
No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional.
Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes.
Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España.
En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos.
Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”?
César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.