Al margen de la euforia generada por la historia de Snowden y las filtraciones de la NSA, los eventos recientes nos presentan una oportunidad para reconocer que Internet es un fenómeno socio-tecnológico marcado por dinámicas de la política internacional. El problema no es simplemente que algunas empresas y gobiernos establezcan acuerdos para engañar al público y obtener información privada de potenciales competidores y de usuarios comunes, tal como parece ser la preocupación de quienes piensan en Internet como un entorno ideal para el libre mercado. La cuestión es mucho más profunda y nos muestra un sistema político donde prevalecen los intereses de las élites contra las necesidades del resto de la humanidad. Desde esta perspectiva, el desarrollo y la expansión histórica de Internet no sólo ha servido para la masificación de contenidos culturales afines con la sociedad de consumo y como nuevo puntal de la economía financiera, sino que también ha contribuido con la consolidación de la hegemonía de determinados actores identificados con los bloques políticos y económicos que rivalizan entre sí por la preeminencia en la producción de capital.
Veamos. Actualmente, el sistema internacional presenta una unipolaridad inestable, en el cual EEUU es la única potencia con capacidad para influir en todo el sistema pero, al mismo tiempo, existe un cierto desbalance generado por las iniciativas de otros bloques. La bipolaridad del sistema de la Guerra Fría dio lugar a la preeminencia de EEUU, pero desde entonces las fortalezas se encuentran distribuidas de forma compleja, por cuanto el poder militar pertenece a EEUU y el poder económico está disputado entre este país, Europa, Japón y China (Nye, 2004). Además, si bien EEUU cumple un papel como pivote del sistema, existen otras regiones que lo confrontan en la arena internacional: Europa Occidental, Asia y América.
Así, es previsible que aspectos como la crisis de la producción y de los capitales financieros, el descrédito del derecho y de la política estadounidense, y la emergencia de otras potencias económicas, acentúen el desbalance del sistema unipolar, lo cual justificaría la coacción abierta o encubierta por parte de las potencias interesadas en conservar sus privilegios. Pero no nos dejemos engañar por los convencionalismos de los estudios en la materia: lo que proporciona cohesión o divide a los bloques geopolíticos son las relaciones que se establecen en un momento del desarrollo de las formas de generación de capital. De ahí que nos encontremos tentados a ver no más de dos grandes bloques: las minorías que explotan la apropiación de los factores de producción y las mayorías que están sujetas a su cesión o expoliación. El Norte y el Sur global, con sus élites y sus propios contingentes de marginados ubicados en cada polo (Wallerstein y Hopkins, 1996).
En el plano tecnológico vemos que, si bien el discurso académico dominante presenta a Internet como un fenómeno eminentemente técnico-económico, enraizado fatalmente en un proceso de racionalización de las estructuras socioculturales de las sociedades postindustriales, quienes apuestan a la formulación de un enfoque sociopolítico y contructivo de las tecnologías de la información (Roca, 2012) encuentran la posibilidad de demostrar que Internet es una empresa económica y cultural que se ha desenvuelto por la voluntad de actores históricos concretos, y no simplemente por la gracia de la orientación ideal de la racionalidad funcional (que ha prometido la transformación de las sociedades capitalistas a través de la digitalización de los flujos de comunicación y de generación de valor económico). Desde este enfoque, los sistemas tecnológicos no son neutrales, sino que reflejan las condiciones y los valores del contexto social en el que emergen. Internet surgió en el contexto del auge del neoliberalismo y, gracias a prácticas como la desregulación jurídica y la privatización, se convirtió en una herramienta propicia para la colonización del Estado – y del sistema de naciones – por parte de intereses corporativos. Por lo tanto, Internet forma parte de la experiencia de expansión de los intereses occidentales bajo la cubierta de una ideología de contenido “universalista” que, dependiendo del caso, se presenta como la “globalización”, el “libre mercado” o la “red de redes” (Almirón, 2002).
Este proceso, considerado aquí en su dimensión geopolítica, aunque posee carácter sistémico, no es un proceso normal y continuo, sino contradictorio, en cuanto que refleja conflictos de intereses y la lucha social en el seno de las sociedades nacionales y en el conjunto de las relaciones internacionales. Por lo tanto, el desenvolvimiento de Internet tal como la conocemos hoy día sólo ha sido posible gracias a un conjunto de condiciones sociopolíticas creadas como resultado de estas contradicciones. El interés de notar esto no es sólo apuntar algunas manifestaciones concretas de dichas condiciones, sino en particular crear el reconocimiento de que las revelaciones sobre las acciones de la inteligencia estadounidense y de sus socios son consistentes con un esquema de control hegemónico del sistema internacional. Los siguientes aspectos muestran algunos indicios en esta materia:
Gobernanza: desde hace varios años se discute la posibilidad de que Internet sea administrada por cada gobierno en la esfera nacional, y por una organización como la Unión Internacional de Telecomunicaciones – UIT (http://www.itu.int), perteneciente a la ONU, en el plano internacional. Sin embargo, actualmente el órgano que decide sobre las normas y los estándares técnicos de Internet, la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers – ICANN (http://www.icann.org/), se encuentra bajo control directo de EEUU, y sus decisiones chocan con iniciativas de carácter multilateral como la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información. Esto se traduce en la dificultad para lograr acuerdos permanentes entre las empresas y el gobierno de EEUU, que poseen mayor facilidad para el control de las redes, y las posibles coaliciones que pueden formarse entre otros gobiernos, empresas y organizaciones civiles.
Mercantilización: los servicios de la Red no son costeados ni administrados por entes públicos sujetos a responsabilidad política, como los gobiernos elegidos democráticamente, sino por empresas con intereses económicos específicos. Además, las recomendaciones de los entes internacionales ocupados por las políticas públicas en ciencia y tecnología, aconsejan la transferencia de recursos públicos al sector privado para cumplir con tareas específicas como la instalación de infraestructura y la prestación de servicios. Esto tiene como consecuencia el mayor peso de los intereses comerciales en el desarrollo de Internet, además de una suerte de control privado del espacio comunicacional, como puede verificarse mirando en el origen de buena parte de los contenidos y de los servicios de la red.
Software y hardware privativo: las herramientas tecnológicas más conocidas (con excepción de las alternativas en software libre) son desarrolladas y comercializadas por corporaciones que cuidan su cuota de mercado a través de prácticas paralelas de protección de la propiedad intelectual, como el lobby, para impulsar la generalización de un derecho de carácter mercantil y privatizador. Por otra parte, dichas corporaciones están en posición de negociar privilegios especiales con determinados cargos de las administraciones gubernamentales, tales como la creación de redes ocultas y de “puertas traseras”, a cambio de una regulación flexible y de nuevas oportunidades de contratación.
Redes: la infraestructura de muchos servicios web se encuentra ubicada en los países de capitalismo avanzado1, lo que decide la capacidad de éstos para acceder y controlar las comunicaciones de las redes que pasan por su territorio. Además, los acuerdos entre diferentes entidades gubernamentales, así como los acuerdos entre corporaciones y empresas del sector privado, permite el acceso a fuentes de información ubicadas fuera de las fronteras nacionales.
Estos temas, por más que parezcan tener carácter estrictamente comercial, se encuentran apuntalados por una orientación geopolítica que responde a las necesidades de estabilización de un mundo unipolar, dirigido por EEUU como puntero de los bloques que se enfrentan por el control del capital. Por otra parte, no es una coincidencia que los países con mayor influencia sobre Internet son los que generan – a nivel global – la mayor cantidad de ingresos como resultado de la comercialización de patentes y de licencias de uso2. Esto se debe a que la propia Internet se desarrolla en el contexto de la consolidación de una economía capitalista de la información, cuyas dinámicas han sido moldeadas de acuerdo con las tensiones del capitalismo “postindustrial”.
Pero estas cuestiones también sugieren la necesidad de buscar modos alternativos para el fortalecimiento de tecnologías y de redes de información autónomas, orientadas a responder a la voluntad de desarrollo integral – o de Buen Vivir – de las naciones del Sur hemisférico y global. Los servicios y la infraestructura de Internet se han venido expandiendo mundialmente bajo la égida de la globalización neoliberal y, si bien podemos reconocer sus efectos positivos, también es necesario ver que los mismos se han logrado al costo de hacernos dependientes de las decisiones políticas y de los desarrollos tecnológicos que provienen de los centros de dominación neocolonial. La participación activa de nuestros talentos técnicos y la inversión de nuestros recursos regionales en el área de las tecnologías de información, debe apuntar entonces hacia la construcción social de redes de información alternativas que rompan tal dependencia. Y al mismo tiempo, dicho proceso debe contribuir a resolver las contradicciones internas de la política y de la economía doméstica, las cuales ayudan a mantener las relaciones de colonización.
Si Internet está condicionada por las conexiones entre los bloques político-económicos del globo, otra forma de relación quizá pueda emerger gracias al fortalecimiento de bloques regionales que demuestren ser capaces de generar nuevas formas de integración tecnológica. MERCOSUR puede convertirse en un caso ejemplar desde esta perspectiva. La certeza de que Brasil – y otras naciones de América Latina, como Venezuela – han sido víctimas de espionaje económico, así como la acumulación de fortalezas en el área de las tecnologías libres, representa un marco de oportunidad para reforzar la integración del bloque, a partir de la generación de alternativas de software y de hardware con sentido crítico, orientadas a resolver sus propias necesidades; apuntando a la progresiva sustitución de los servicios y de la infraestructura corporativa instalada en la región. La declaración de la última reunión de MERCOSUR, emitida el 12 de julio de este año, muestra una afirmación de propósito en este sentido. Allí se expuso el apoyo a los siguientes planteamientos (MERCOSUR, 2013):
El surgimiento de otra Internet dependerá de que se fomenten directrices como gobernabilidad democrática, regulación pública y transparencia. Es decir, se relaciona con que Internet deje de ser una empresa mayormente comercial y proclive al control de Estados corporativistas, y de que sea reinterpretada en la arena de la democratización radical de los procesos sociales (Feenberg, 2002), la cual incluye la democratización de los factores de producción. Tales pueden ser las claves de otra forma de gobernanza para la Red, basada en el reconocimiento a la libre autodeterminación de los pueblos, en un verdadero espíritu de integración, en el imperativo de formar un orden internacional más plural y en el interés de superar las desigualdades internas de cada Nación. La respuesta al problema que nos plantean Snowden y las filtraciones de los servicios de inteligencia imperiales no es que utilicemos aplicaciones más “seguras”, sino que el desarrollo tecnológico comience a regirse por los principios de un mundo genuinamente equitativo y multipolar, que rompa con las ataduras que, en el caso de Internet, le ha impuesto su historia capitalista. En un futuro viable, en el cual la integración de bloques regionales del Sur se consolide como un modo de superación de la dependencia de los centros coloniales, no sonará extraño pensar en la “red de redes” de una forma ajena a la lógica de la globalización unipolar. Internet podría ser concebida como una red autónoma y distribuida, que proporcione la infraestructura de datos para un mundo en el que la producción del capital no sea la única motivación para la creación de bloques regionales.
Referencias
Almirón, N. (2002). Los amos de la globalización. Internet y poder en la era de la información. Barcelona, España: Plaza y Janés.
Feenberg, A. (2002). Transforming Technology. A Critical Theory Revisited. New York: Oxford University Press.
MERCOSUR. Mercado Común del Sur. (2013). Comunicado conjunto de los Presidentes de los estados partes del Mercosur. XLV Cumbre del Mercosur y Estados Asociados. Montevideo – Uruguay. Disponible en:http://www.mercosur.int/ innovaportal/file/5611/1/ comunicado_conjunto_estados_ partes_es.pdf
Nye, J. (2004). Power in the Global Information Age. From Realism to Globalization. Londres, Routledge.
Roca, S. (2012). “La sociedad de la información. De la economía de la tecnología a la política de las redes”. Revista Nuestramérica. N° 2; pp. 131-154. Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Investigación (FONACIT). Venezuela.
Wallerstein, I.; y Hopkins, T. (1996). The Age of Transition. Trayectory of the World System (1945-2025). Londres, Zed Books.
1Central Intelligence Agency (2012) “The World Factbook. Country Comparison: Internet Hosts”. Disponible en: https://www.cia.gov/library/ publications/the-world- factbook/rankorder/2184rank. html
2Worldmapper (2006). “Royalties And License Fees Exports”. Disponible en: http://www.worldmapper.org/ display.php?selected=99
El autor es investigador en el Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres - CENDITEL (https://www.cenditel.gob.ve/) . Mérida, República Bolivariana de Venezuela.
Veamos. Actualmente, el sistema internacional presenta una unipolaridad inestable, en el cual EEUU es la única potencia con capacidad para influir en todo el sistema pero, al mismo tiempo, existe un cierto desbalance generado por las iniciativas de otros bloques. La bipolaridad del sistema de la Guerra Fría dio lugar a la preeminencia de EEUU, pero desde entonces las fortalezas se encuentran distribuidas de forma compleja, por cuanto el poder militar pertenece a EEUU y el poder económico está disputado entre este país, Europa, Japón y China (Nye, 2004). Además, si bien EEUU cumple un papel como pivote del sistema, existen otras regiones que lo confrontan en la arena internacional: Europa Occidental, Asia y América.
Así, es previsible que aspectos como la crisis de la producción y de los capitales financieros, el descrédito del derecho y de la política estadounidense, y la emergencia de otras potencias económicas, acentúen el desbalance del sistema unipolar, lo cual justificaría la coacción abierta o encubierta por parte de las potencias interesadas en conservar sus privilegios. Pero no nos dejemos engañar por los convencionalismos de los estudios en la materia: lo que proporciona cohesión o divide a los bloques geopolíticos son las relaciones que se establecen en un momento del desarrollo de las formas de generación de capital. De ahí que nos encontremos tentados a ver no más de dos grandes bloques: las minorías que explotan la apropiación de los factores de producción y las mayorías que están sujetas a su cesión o expoliación. El Norte y el Sur global, con sus élites y sus propios contingentes de marginados ubicados en cada polo (Wallerstein y Hopkins, 1996).
En el plano tecnológico vemos que, si bien el discurso académico dominante presenta a Internet como un fenómeno eminentemente técnico-económico, enraizado fatalmente en un proceso de racionalización de las estructuras socioculturales de las sociedades postindustriales, quienes apuestan a la formulación de un enfoque sociopolítico y contructivo de las tecnologías de la información (Roca, 2012) encuentran la posibilidad de demostrar que Internet es una empresa económica y cultural que se ha desenvuelto por la voluntad de actores históricos concretos, y no simplemente por la gracia de la orientación ideal de la racionalidad funcional (que ha prometido la transformación de las sociedades capitalistas a través de la digitalización de los flujos de comunicación y de generación de valor económico). Desde este enfoque, los sistemas tecnológicos no son neutrales, sino que reflejan las condiciones y los valores del contexto social en el que emergen. Internet surgió en el contexto del auge del neoliberalismo y, gracias a prácticas como la desregulación jurídica y la privatización, se convirtió en una herramienta propicia para la colonización del Estado – y del sistema de naciones – por parte de intereses corporativos. Por lo tanto, Internet forma parte de la experiencia de expansión de los intereses occidentales bajo la cubierta de una ideología de contenido “universalista” que, dependiendo del caso, se presenta como la “globalización”, el “libre mercado” o la “red de redes” (Almirón, 2002).
Este proceso, considerado aquí en su dimensión geopolítica, aunque posee carácter sistémico, no es un proceso normal y continuo, sino contradictorio, en cuanto que refleja conflictos de intereses y la lucha social en el seno de las sociedades nacionales y en el conjunto de las relaciones internacionales. Por lo tanto, el desenvolvimiento de Internet tal como la conocemos hoy día sólo ha sido posible gracias a un conjunto de condiciones sociopolíticas creadas como resultado de estas contradicciones. El interés de notar esto no es sólo apuntar algunas manifestaciones concretas de dichas condiciones, sino en particular crear el reconocimiento de que las revelaciones sobre las acciones de la inteligencia estadounidense y de sus socios son consistentes con un esquema de control hegemónico del sistema internacional. Los siguientes aspectos muestran algunos indicios en esta materia:
Gobernanza: desde hace varios años se discute la posibilidad de que Internet sea administrada por cada gobierno en la esfera nacional, y por una organización como la Unión Internacional de Telecomunicaciones – UIT (http://www.itu.int), perteneciente a la ONU, en el plano internacional. Sin embargo, actualmente el órgano que decide sobre las normas y los estándares técnicos de Internet, la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers – ICANN (http://www.icann.org/), se encuentra bajo control directo de EEUU, y sus decisiones chocan con iniciativas de carácter multilateral como la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información. Esto se traduce en la dificultad para lograr acuerdos permanentes entre las empresas y el gobierno de EEUU, que poseen mayor facilidad para el control de las redes, y las posibles coaliciones que pueden formarse entre otros gobiernos, empresas y organizaciones civiles.
Mercantilización: los servicios de la Red no son costeados ni administrados por entes públicos sujetos a responsabilidad política, como los gobiernos elegidos democráticamente, sino por empresas con intereses económicos específicos. Además, las recomendaciones de los entes internacionales ocupados por las políticas públicas en ciencia y tecnología, aconsejan la transferencia de recursos públicos al sector privado para cumplir con tareas específicas como la instalación de infraestructura y la prestación de servicios. Esto tiene como consecuencia el mayor peso de los intereses comerciales en el desarrollo de Internet, además de una suerte de control privado del espacio comunicacional, como puede verificarse mirando en el origen de buena parte de los contenidos y de los servicios de la red.
Software y hardware privativo: las herramientas tecnológicas más conocidas (con excepción de las alternativas en software libre) son desarrolladas y comercializadas por corporaciones que cuidan su cuota de mercado a través de prácticas paralelas de protección de la propiedad intelectual, como el lobby, para impulsar la generalización de un derecho de carácter mercantil y privatizador. Por otra parte, dichas corporaciones están en posición de negociar privilegios especiales con determinados cargos de las administraciones gubernamentales, tales como la creación de redes ocultas y de “puertas traseras”, a cambio de una regulación flexible y de nuevas oportunidades de contratación.
Redes: la infraestructura de muchos servicios web se encuentra ubicada en los países de capitalismo avanzado1, lo que decide la capacidad de éstos para acceder y controlar las comunicaciones de las redes que pasan por su territorio. Además, los acuerdos entre diferentes entidades gubernamentales, así como los acuerdos entre corporaciones y empresas del sector privado, permite el acceso a fuentes de información ubicadas fuera de las fronteras nacionales.
Estos temas, por más que parezcan tener carácter estrictamente comercial, se encuentran apuntalados por una orientación geopolítica que responde a las necesidades de estabilización de un mundo unipolar, dirigido por EEUU como puntero de los bloques que se enfrentan por el control del capital. Por otra parte, no es una coincidencia que los países con mayor influencia sobre Internet son los que generan – a nivel global – la mayor cantidad de ingresos como resultado de la comercialización de patentes y de licencias de uso2. Esto se debe a que la propia Internet se desarrolla en el contexto de la consolidación de una economía capitalista de la información, cuyas dinámicas han sido moldeadas de acuerdo con las tensiones del capitalismo “postindustrial”.
Pero estas cuestiones también sugieren la necesidad de buscar modos alternativos para el fortalecimiento de tecnologías y de redes de información autónomas, orientadas a responder a la voluntad de desarrollo integral – o de Buen Vivir – de las naciones del Sur hemisférico y global. Los servicios y la infraestructura de Internet se han venido expandiendo mundialmente bajo la égida de la globalización neoliberal y, si bien podemos reconocer sus efectos positivos, también es necesario ver que los mismos se han logrado al costo de hacernos dependientes de las decisiones políticas y de los desarrollos tecnológicos que provienen de los centros de dominación neocolonial. La participación activa de nuestros talentos técnicos y la inversión de nuestros recursos regionales en el área de las tecnologías de información, debe apuntar entonces hacia la construcción social de redes de información alternativas que rompan tal dependencia. Y al mismo tiempo, dicho proceso debe contribuir a resolver las contradicciones internas de la política y de la economía doméstica, las cuales ayudan a mantener las relaciones de colonización.
Si Internet está condicionada por las conexiones entre los bloques político-económicos del globo, otra forma de relación quizá pueda emerger gracias al fortalecimiento de bloques regionales que demuestren ser capaces de generar nuevas formas de integración tecnológica. MERCOSUR puede convertirse en un caso ejemplar desde esta perspectiva. La certeza de que Brasil – y otras naciones de América Latina, como Venezuela – han sido víctimas de espionaje económico, así como la acumulación de fortalezas en el área de las tecnologías libres, representa un marco de oportunidad para reforzar la integración del bloque, a partir de la generación de alternativas de software y de hardware con sentido crítico, orientadas a resolver sus propias necesidades; apuntando a la progresiva sustitución de los servicios y de la infraestructura corporativa instalada en la región. La declaración de la última reunión de MERCOSUR, emitida el 12 de julio de este año, muestra una afirmación de propósito en este sentido. Allí se expuso el apoyo a los siguientes planteamientos (MERCOSUR, 2013):
- Respaldo al software libre para potenciar el desarrollo regional de soluciones en el área de las tecnologías de información y reducir la dependencia de las empresas transnacionales.
- Interés en impulsar la promoción del conocimiento libre, la apropiación social del conocimiento y la transferencia tecnológica.
- Voluntad de integrar el uso de software libre en programas dirigidos a la inclusión digital.
- Reconocimiento de la necesidad de fomentar normas y políticas de fomento de la investigación, desarrollo, implementación, uso y transferencia tecnológica, basadas en el modelo del software libre.
- Atención a la infraestructura digital de la región, a través de acciones como la masificación de la banda ancha, en función del reconocimiento de la importancia de las tecnologías de información para fortalecimiento sociocultural y económico de las naciones.
El surgimiento de otra Internet dependerá de que se fomenten directrices como gobernabilidad democrática, regulación pública y transparencia. Es decir, se relaciona con que Internet deje de ser una empresa mayormente comercial y proclive al control de Estados corporativistas, y de que sea reinterpretada en la arena de la democratización radical de los procesos sociales (Feenberg, 2002), la cual incluye la democratización de los factores de producción. Tales pueden ser las claves de otra forma de gobernanza para la Red, basada en el reconocimiento a la libre autodeterminación de los pueblos, en un verdadero espíritu de integración, en el imperativo de formar un orden internacional más plural y en el interés de superar las desigualdades internas de cada Nación. La respuesta al problema que nos plantean Snowden y las filtraciones de los servicios de inteligencia imperiales no es que utilicemos aplicaciones más “seguras”, sino que el desarrollo tecnológico comience a regirse por los principios de un mundo genuinamente equitativo y multipolar, que rompa con las ataduras que, en el caso de Internet, le ha impuesto su historia capitalista. En un futuro viable, en el cual la integración de bloques regionales del Sur se consolide como un modo de superación de la dependencia de los centros coloniales, no sonará extraño pensar en la “red de redes” de una forma ajena a la lógica de la globalización unipolar. Internet podría ser concebida como una red autónoma y distribuida, que proporcione la infraestructura de datos para un mundo en el que la producción del capital no sea la única motivación para la creación de bloques regionales.
Referencias
Almirón, N. (2002). Los amos de la globalización. Internet y poder en la era de la información. Barcelona, España: Plaza y Janés.
Feenberg, A. (2002). Transforming Technology. A Critical Theory Revisited. New York: Oxford University Press.
MERCOSUR. Mercado Común del Sur. (2013). Comunicado conjunto de los Presidentes de los estados partes del Mercosur. XLV Cumbre del Mercosur y Estados Asociados. Montevideo – Uruguay. Disponible en:http://www.mercosur.int/
Nye, J. (2004). Power in the Global Information Age. From Realism to Globalization. Londres, Routledge.
Roca, S. (2012). “La sociedad de la información. De la economía de la tecnología a la política de las redes”. Revista Nuestramérica. N° 2; pp. 131-154. Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Investigación (FONACIT). Venezuela.
Wallerstein, I.; y Hopkins, T. (1996). The Age of Transition. Trayectory of the World System (1945-2025). Londres, Zed Books.
1Central Intelligence Agency (2012) “The World Factbook. Country Comparison: Internet Hosts”. Disponible en: https://www.cia.gov/library/
2Worldmapper (2006). “Royalties And License Fees Exports”. Disponible en: http://www.worldmapper.org/
El autor es investigador en el Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres - CENDITEL (https://www.cenditel.gob.ve/)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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