APRO – Ni los programas asistencialistas ni la estabilidad macroeconómica presumida por el gobierno panista de Felipe Calderón pudieron reducir de manera significativa los índices de pobreza en el país; al contrario, ésta creció en medio millón, al sumar 53.3 millones de mexicanos sumidos en la precariedad.
Al dar a conocer los resultados de la Medición de Pobreza 2012, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reveló que de 2010 a 2012 las personas que viven en pobreza pasaron de 52.8 millones a 53.3 millones.
Sin embargo, de acuerdo al organismo “en porcentaje, esto representa una variación de 46.1% en 2010 a 45.5% en 2012, tomando en cuenta que se estima que la población total del país pasó de 114.5 a 117.3 millones de personas entre 2010 y 2012”.
Lo cierto, es que la población en pobreza, que es la que tiene al menos una carencia social y percibe un ingreso inferior a la línea de bienestar, cuyo valor equivale al costo de las canastas alimentaria y no alimentaria juntas, abarca casi a la mitad de los mexicanos.
De hecho, el secretario ejecutivo del Coneval, Gonzalo Hernández Licona, advirtió que “a México le falta mucho por hacer en crecimiento económico, en reducir la informalidad y aumentar la productividad; ya que la pobreza va más allá que la política social y no nos ha ido bien en el tema económico”.
En otras palabras, el crecimiento económico (que este año será menor al 3%, de acuerdo con especialistas económicos y según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe) no alcanza para satisfacer las carencias de los mexicanos, de los que 60% labora en el sector informal.
No alcanza la cobija para todos, y la erradicación de la pobreza extrema va demasiado lento: En el periodo 2010-2012 el número de personas en pobreza extrema se redujo de 13.0 a 11.5 millones.
Es decir, las personas que tienen tres o más carencias sociales y perciben un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo, o que tienen un ingreso total que es menor al costo de la canasta alimentaria básica pasó de 11.3% a 9.8% en dos años.
Lo anterior se ha podido lograr a través de programas sociales destinados, desde luego, a la gente de menos recursos.
Lo que la administración de Felipe Calderón y lo que va del gobierno de Enrique Peña Nieto no han podido frenar es la informalidad, lo que deja sin seguridad a 61.2% de la población, convirtiéndose ésta en la mayor carencia que tienen los mexicanos.
Según el Coneval, entre 2010 y 2012, la carencia por acceso a la seguridad social pasó de 69.6 millones de personas a 71.8 millones.
Por otra parte, los salarios de la mayor parte de los mexicanos son bajos, lo cual los hace más vulnerables, ya que no alcanzan ni para conseguir los alimentos básicos.
De acuerdo con el organismo, la población que percibe ingresos inferiores a la línea de bienestar pasó de 59.6 millones de personas a 60.6 millones en ese periodo.
Aun peor, los mexicanos con ingresos inferiores al costo de la canasta alimentaria pasó de 22.2 millones de personas (19.4%) a 23.5 millones (20.0%) entre 2010 y 2012.
En contraste, en dos años, apenas disminuyeron las personas con carencias como rezago educativo (23.7 a 22.6 millones); las carencias de servicios de salud (de 33.5 a 25.3 millones); la falta de calidad de espacios y de vivienda (17.4 a 15.9 millones); las carencias de servicios básicos de vivienda (de 26.3 a 24.9 millones), mientras que se redujo la cantidad de mexicanos con carencias de alimentos (de 28.4 a 27.4 millones).
Las entidades federativas donde la pobreza extrema se incrementó fueron los siguientes: Coahuila, Colima, Distrito Federal, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Puebla, Quintana Roo y Tabasco.
El secretario ejecutivo del Coneval aseguró que las mayores coberturas básicas, como las transferencias gubernamentales y monetarias “ayudaron a paliar el problema de la pobreza”, sin embargo, dijo que es necesario incrementar los salarios.
Por lo pronto, lejos de que México sea un país “clasemediero”, como lo dibujaba el gobierno de Calderón, aún somos un país pobre. Con estabilidad macroeconómica, pero que no baja a los bolsillos de los mexicanos.
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