El padre de Gadamer era químico
farmacéutico, posteriormente también fue rector de
la Universidad de Marburgo. Pese a los deseos de su padre, Gadamer hizo caso
omiso a sus recomendaciones que le incitaban a estudiar ciencias naturales y
optó por las humanidades. Así que realizó estudios en Breslavia bajo
los auspicios de Richard Hönigswald, pero
pronto volvió a Marburgo para estudiar con los filósofos neokantianos Paul Natorp y Nicolai Hartmann,
bajo cuya dirección se doctoró en el año 1922 con un trabajo
sobre Platón (Das
Wesen der Lust nach den platonischen Dialogen, La esencia del
placer en los diálogos platónicos).
Poco después Gadamer visitó Friburgo de Brisgovia y comenzó a estudiar
con Martin Heidegger, quien aún no era profesor
titular pero sí un brillante profesor asistente. A través de Heidegger se
insertó en un grupo de estudiantes que luego destacarían intelectualmente,
entre ellos se encontraban: Leo Strauss, Karl Löwith y Hannah Arendt.
La amistad entre Gadamer y Heidegger se
hizo tan estrecha que cuando Heidegger recibió
una plaza en Marburgo, Gadamer optó por seguirle hasta allí. Es posiblemente la
fuerte influencia de Heidegger lo que ha hecho del pensamiento de Gadamer algo
particularmente característico y lo que, en gran medida, ha moldeado su pensar.
Además, la influencia de Heidegger fue la que separó a Gadamer de las corrientes
neokantianas en las que, tiempo atrás, se había formado.
Gadamer hizo su habilitación académica
en el año 1929,
y comenzó a enseñar en Marburgo durante los primeros años de la década de los
30. A diferencia de Heidegger, Gadamer siempre rechazó visceralmente el Nazismo,
de tal forma que se le puede considerar abiertamente antinazi. Jamás recibió un
puesto remunerado durante los años de gobierno nazi y jamás entró en el
partido; tan solo hacia el final de la guerra recibió un puesto en Leipzig.
Sin embargo, en revisiones biográficas actualizadas, autores como Richard Wolin afirmaron que a
principios de la Segunda Guerra Mundial tuvo un
acercamiento al nazismo. En concreto, dio una conferencia durante la ocupación de París en
el Instituto Alemán (instituciones que los nazis usaban para expandir sus ideas
fuera de Alemania). La conferencia se titulaba "Pueblo (Volk) e historia
en el pensamiento de Herder", donde señalaba que, después del fracaso de
la Ilustración, las ideas de Johann Gottfried Herder servirían
para construir un proyecto nuevo para Alemania. En concreto, analizando su idea
de Volk (Pueblo), concluye que "el pueblo alemán destaca sobre otros en la
amplitud y profundidad de su autoconciencia histórica", sirviendo esto de "estímulo
y pensamiento para un nuevo proyecto político", lo cual dada la época y el
lugar donde se pronunció esa conferencia es compatible con las ideas del Nuevo Orden promulgadas por los nazis. El
texto de esta conferencia no se incluye como tal en las Obras Completas de
Gadamer, pero sí una revisión bastante profunda de este que hizo en los años
sesenta, donde no aparecían los párrafos más controvertidos (Wolin 2004:
114-118). En 1946,
tras la guerra, fue considerado «no corrompido» por el régimen nazi y pudo
ocupar su puesto de rector de la Universidad de Leipzig.
Gadamer no sólo mostró oposición al nazismo, sino que, con el nacimiento de
la República Democrática Alemana, también mostró
su férrea oposición al comunismo. Esto le obligó a trasladarse a la República Federal de Alemania, aceptando
primero un cargo en Fráncfort del Meno y después el puesto en
sustitución de Karl Jaspers en Heidelberg en 1949. Esta sería la plaza
que ocuparía el resto de su vida, hasta su muerte en el año 2002.
A lo largo de esta etapa completó su
gran obra Verdad y método, publicada en 1960 y ampliada con
un segundo volumen en 1986,
y se comprometió en el famoso debate que mantuvo con Jürgen Habermas acerca de la posibilidad
de trascendencia histórica y cultural en busca de una situación social moldeada
por el pensamiento crítico. El debate jamás concluyó pero marcó el comienzo de
una calurosa amistad entre Gadamer y Habermas, incluso Gadamer facilitó la
posibilidad de entrada de Habermas en el mundo académico ayudándole a lograr
una plaza de profesor en Heidelberg. Otro intento similar de debate de hizo con Jacques Derrida pero
este fue menos instructivo porque ambos pensadores tenían un pensamiento con
muy pocos puntos en común. Derrida consideró su error al no buscar un fondo común
con Gadamer la mayor debacle de su vida intelectual y, en el obituario que
dedicó a Gadamer, expresa su admiración y su respeto filosófico por el pensador
alemán.
Obra[editar]
Es el fundador de la Escuela Hermenéutica.
Sostenía que la interpretación debe evitar la arbitrariedad y las limitaciones
surgidas de los hábitos mentales, centrando su mirada en las cosas mismas, en
los textos. Afirma que siempre que nos acercamos a un texto, lo hacemos a
partir de un proyecto, con alguna idea previa de lo que allí se dice. A medida
que profundizamos la lectura, este proyecto va variando y se va reformulando
según la lectura nos vaya confirmando o alterando nuestra precomprensión. Como
este proceso puede prolongarse al infinito, nunca podemos afirmar que hemos
dado la interpretación última y definitiva.
El proyecto filosófico gadameriano,
tal como queda definido en Verdad y método, fue elaborado en
relación directa con la hermenéutica filosófica,
proyecto iniciado pero no terminado por Heidegger. El objetivo de Gadamer era
descubrir la naturaleza de la comprensión humana. En el libro, Gadamer sostuvo
que la "verdad" y el "método" estaban en desacuerdo el uno
con el otro. Gadamer fue muy crítico con los dos enfoques metodológicos que se
emplean en el estudio de las ciencias humanas (Geisteswissenschaften). Por un
lado, fue crítico con los enfoques modernos que buscan modelar el método de las
ciencias humanas al método científico. Y por otro, con el método tradicional de
las humanidades cuyo enfoque se hace explícito en la obra de Wilhelm Dilthey,
quien creía que para lograr una interpretación correcta de un texto era
necesario desentrañar la intención original que manejaba el autor cuando lo
escribió. Gadamer, en contraposición, creía que el significado de un texto no
es reducible a las intenciones del autor, sino que es dependiente del contexto
de interpretación.
En contraste con estas dos
posiciones, Gadamer sostiene que el individuo tiene una conciencia
históricamente moldeada, esto es, que la conciencia es un efecto de la historia
y que estamos insertos plenamente en la cultura e historia de nuestro tiempo y
lugar y, por ello, plenamente formados por ellas. Así, interpretó que un texto
comprende una «fusión de horizontes» donde el estudioso encuentra la vía que la
historia del texto articula en relación con nuestro propio trasfondo cultural e
histórico. Al contrario que muchas de las obras canónicas de la hermenéutica
filosófica, la obra de Gadamer, Verdad y método, no pretende ser
una declaración programática de un nuevo método hermenéutico de interpretación
de textos. Verdad y método pretende ser una descripción de lo
que hacemos permanentemente cuando interpretamos cosas, incluso desconociendo
que dicho proceso de interpretación se está produciendo.
Tanto la versión original de la obra
en alemán, titulada Wahrheit und Methode, como la versión
inglesa Truth and Method, han sido revisadas por el propio autor y
se consideran igualmente válidas. La edición alemana de la obra contiene un
compendio de trabajos posteriores donde Gadamer elabora algunos de sus
argumentos y discute las ideas centrales de Verdad y método.
Finalmente, un ensayo de Gadamer sobre Paul Celan,
titulado ¿Quién soy yo, quién eres tú?, es considerado por muchos
autores, incluido Heidegger y Gadamer, como la continuación de los argumentos
esbozados en Verdad y método.
En cuanto a la hermenéutica,
él fue quien trasladó el objeto tradicional de estudio, que eran los textos
sagrados, a los hechos sociales.
Gadamer no
sólo es conocido por sus estudios de hermenéutica, sino que también se dedicó con
intensidad a estudios relacionados con la cultura de la Grecia clásica. Sus inicios intelectuales
están íntimamente ligados al estudio de la obra de los clásicos griegos, entre
ellos, destaca con particular intensidad su labor dedicada a la obra de Platón. Dicho interés por la filosofía griega
fue interrumpida en 1933 por "prudencia política", pues tales
estudios iban referidos a la teoría sofística y platónica del Estado: Gadamer
no quería tener ningún tipo de enredo con las autoridades nazis por trabajos
explícitamente de carácter político. Así, se publicaron sólo aspectos parciales
bajo el nombre de Platos Staat der Erziehung (El Estado como
educador en Platón) (1942) y Plato und die Dichter (Platón y
los poetas) (1943). Estos trabajos son para algunos de mayor importancia que
sus incursiones en el campo de la hermenéutica. Murió a la edad avanzada de 102
años.
Los prejuicios como
realidad histórica del ser[editar]
Todo individuo
pertenece a una sociedad y por lo tanto está inmerso dentro de una tradición,
esta tradición a la vez configura en él una serie de prejuicios que le permiten
entenderse en su contexto y su momento histórico, de allí que el individuo tenga
su realidad histórica en sus prejuicios.
Para Gadamer
todo acercamiento a un texto significa ir al encuentro de otro, de un
"tú", y este encuentro debe ser un momento de apertura para poder
entrar en diálogo en el que tanto el "yo" como el "tú"
entran en relación. Frente al texto no cabe neutralidad ni autocancelación,
“sino que incluye una matizada incorporación de las propias opiniones previas y
prejuicios”.
Para la Ilustración, todo prejuicio significa un
juicio sin fundamento alguno. La Ilustración propone el uso de la razón para
poder liberarnos de la tiranía de la autoridad, hay que atreverse a pensar por
sí mismo. La Ilustración busca decirlo todo desde la razón. La tradición se
convierte entonces para la Ilustración en lo que para la ciencia son los
sentidos, causa de error al momento de comprender las cosas tal cual son. La
Ilustración tiene un prejuicio y es “el prejuicio contra todo prejuicio y con
ello la desvirtuación de toda tradición” . En la Ilustración alemana los únicos
prejuicios que se aceptan son los de la tradición cristiana.
Gadamer recupera
el sentido constructivo del término prejuicio y lo coloca como parte importante
de todo el armazón cognitivo del individuo, para él “prejuicio quiere decir un
juicio que se forma antes de la convalidación definitiva de todos los momentos
que son objetivamente determinantes”.
"La ciencia
histórica del siglo XIX es el fruto más soberbio de la Ilustración y por ello supone una ruptura
con la continuidad de sentido de la tradición", pero debemos buscar
entender el proceso histórico sobreponiéndonos incluso al prejuicio de la
Ilustración y así comprender la finitud de nuestro ser y de nuestra conciencia
histórica. Para Gadamer la razón es real e histórica, está dada no de manera
espontánea sino que aparece “siempre referida a lo dado en lo cual se ejerce”,
todo individuo se desenvuelve dentro de la historia a la cual pertenece y de la
cual no puede escapar debido a las relaciones de configuración de su ser en
función a ella. El individuo es un ser histórico-espacio-temporal.
Este individuo
histórico por tanto no puede entenderse desde el paradigma de la Ilustración, ante él actúa también la
autoridad que es aceptada en un acto racional y de libertad. La autoridad es
legítima en cuanto el individuo acepta su limitado ser y confía en un TÚ que
conoce mejor y más que él. Una forma de autoridad que subyace y se manifiesta
anónimamente es la tradición, que determina en gran medida nuestras acciones y
comportamiento. Esta se recibe en el proceso educativo y llegada la madurez se
unifica con los propios criterios y decisiones. Esta autoridad, la de la
tradición, se hace acción en las costumbres, las cuales se adoptan libremente y
“determinan ampliamente nuestras instituciones y comportamientos”.
Tradición, dominio por
el pasado[editar]
En su libro
Verdad y Método 1, Gadamer nos dice que la tradición es una forma de autoridad
defendida por el romanticismo. Esta autoridad se encuentra de manera anónima en
nuestro ser finito e histórico, es transmitido desde el pasado, no solo de
manera anónima, sino también al margen de la razón. Así mismo, la tradición
interviene en nuestras decisiones, acciones y sobre todo en nuestro
comportamiento. Además, emerge durante toda nuestra vida, estando siempre ahí,
aparentemente oculta, pero siempre presente.
Las costumbres,
por ejemplo, se adoptan libremente pero no siempre son creadas a conciencia,
podría decirse entonces que, la validez de las costumbres no tiene fundamentos
válidos, pero la tradición, en cuanto dominio por el pasado y autoridad anónima
que se presenta en nuestro comportamiento e instituciones, fundamenta, por lo
tanto, la elección de nuestras costumbres, los ya presentes y los que
adoptaremos a lo largo de nuestra vida.
“El romanticismo
entiende la tradición como el contrario de la libertad racional”2 y ve en ella una característica
histórica; la tradición no es determinada racionalmente, ni es libre de
autodeterminación; su validez no necesita de la razón, sino que nos domina por
el pasado y nos determina mudamente. Sin embargo, Gadamer, cree que
estas, razón y tradición, no deben verse opuestas de una manera tan
incondicional e irreductible, pues al hacerlo, caeríamos en un fondo prejuicioso
e ilustrado. “En realidad, la tradición siempre es también un momento de la
libertad y de la historia”,3 distinto de la posición del
romanticismo. Es un momento de libertad, porque aun teniendo un grado de
permanencia, necesita ser afirmada, asumida y cultivada; y un momento de
historia, porque, siendo la conservación la esencia de la tradición, y aun
cuando se presenten cambios aparentemente innovadores en la historia, nunca
deja de estar presente el pasado, por lo tanto, se integra el pasado con lo
nuevo y se forma una nueva especie de validez. Dicho de otra forma, a pesar de
que en la historia haya momentos clave de cambios, por más drásticos y severos
que parezcan, nunca se borrará por completo lo anterior a ese momento, sino que
al ocurrir ese momento en la historia, se suma de alguna manera lo pasado con
lo nuevo, surgiendo una transformación, distinta a lo anterior, pues la
tradición, esa autoridad de forma anónima, está y estará presente en todo
momento histórico, en cualquier decisión, acción, pensamiento y comportamiento,
ya sea de manera individual o en masas.
En este sentido,
se entiende la conciencia histórica no como algo nuevo, sino como “un momento
nuevo dentro de lo que siempre ha sido la relación humana con el pasado”,4 es decir, en relación con la
tradición. Es por eso que comprender la tradición es importante para
reconocerla en el comportamiento histórico.
“La conciencia
histórica se extiende a lo universal en cuanto que entiende todos los datos de
la historia como manifestación de la vida de la que proceden”5 y de esta manera, la tradición se
relaciona con la conciencia histórica en un auto encuentro del espíritu humano.
De este modo el
individuo que pertenece a cualquier forma institucional, está delimitado en su
comportamiento por una tradición, la cual confiere a este un conjunto de
prejuicios con los cuales entiende y se entiende a sí mismo dentro del proceso histórico
que vive, los prejuicios son componentes a la realidad histórica de todo
individuo y le confieren categorías a priori para comprender, este comprender
es una integración del pasado y del presente que se expresa en muchas formas
culturales y que son indesligables del proceso histórico, de este modo los
prejuicios, en el individuo, son la realidad histórica de su ser.
Significado hermenéutico de la fusión de horizontes
Para Gadamer,
interpretar un texto involucra una fusión de horizontes
(Horizontverschmelzung). Interpretar un texto no es entrar en la constitución
psíquica del autor, sino que lo que se intenta hacer es trasladarnos hacia la
“perspectiva bajo la cual el otro ha ganado su opinión”.
El ideal propio
de las ciencias naturales lleva a renunciar a la concreción de la conciencia
histórica dentro de la hermenéutica llevando así a Schleiermacher a concluir con su “teoría
del acto adivinatorio, mediante el cual el intérprete entra de lleno en el
autor y resuelve lo extraño y extrañante del texto” . Por otro lado, Heidegger considera que la comprensión
del texto se encuentra determinada por su precomprensión de manera anticipada,
“el círculo del todo y las partes no se anulan en la comprensión total, sino
que alcanza en ella su realización más auténtica” .
Esta
precomprensión se realiza desde la realidad histórica del individuo: en cada
momento histórico los textos se producen de manera diferente y haciendo uso de
la historia efectual de ese momento; de esta manera el verdadero sentido del
texto está referido al momento del autor, pero también y en gran medida, está
sujeto a la situación histórica del lector. La historia
efectual es lo que determina a priori la manera en que vamos a
entender un texto.
El individuo
está en el mundo con una determinada historia efectual que le confiere a su vez
una manera de entender el mundo, así se hace expresa su finitud y evidencia sus
límites, los cuales determinan su horizonte, que “es el ámbito de visión que
abarca y encierra todo lo que es visible desde un determinado punto” . Dicho
horizonte tiene la posibilidad de ser ampliado y a la vez la conciencia puede
encontrar nuevos horizontes. La tarea de la comprensión histórica se resuelve
en la consecución de un horizonte histórico para comprender lo que uno quiere
sin que eso signifique que el intérprete adquiera el horizonte del autor, el
horizonte histórico se gana moviéndose a una situación histórica, esto significa
reconocer al otro y comprenderlo.
Por tanto, la
comprensión se realiza en el momento en que el horizonte del intérprete, al
relacionarse con el del autor, se ve ampliado y a la vez incorpora al otro;
formando un nuevo horizonte “comprender es siempre el proceso de fusión de
estos presuntos horizontes para sí mismos” . Desde la hermenéutica esto
significa que la comprensión se da en un horizonte comprensivo en el presente
que es la superación del horizonte histórico. Para Gadamer las categorías fundamentales
de su propuesta son: comprensión-interpretación-confluencia de
horizontes-prejuicios. Se refiere a horizontes de tiempo (pasado y
presente-tradición).
La
estética gadameriana[editar]
La filosofía
estética de H-G. Gadamer sirve de pórtico preliminar a la fundamentación de la
hermenéutica filosófica en el seno de su obra Verdad
y Método I. Su pretensión fundamental es mostrar hasta qué punto
ante la experiencia estética las ciencias naturales y su método particular
topan con una barrera infranqueable. Uno de los motivos fundamentales es que en
la experiencia estética, según Gadamer, se produce una disolución del sujeto
perceptor y el objeto, esto es, la obra de arte. Una experiencia tal, capaz de
romper la dicotomía sujeto-objeto rompe con la tradición de las ciencias
naturales para las cuales todo motivo de estudio es ya siempre un objeto dispuesto
para el estudio por parte de un sujeto o grupo de sujetos. La experiencia
estética se hace, se lleva a cabo, mediante un movimiento de vaivén en el cual
transitan en un mismo sentido la obra y el sujeto que la disfruta, así por
ejemplo, en la contemplación de una obra de arte el espectador se ve sometido,
él mismo, a los avatares de la trama y, con ello, se introduce en la misma obra
a la vez que la obra opera sobre él. A esta noción englobante la denomina
Gadamer juego, posiblemente siguiendo, aunque en otro
sentido, la estela del concepto de juego que estaba presente en Schiller.
A la vez que se
produce la disolución de sujeto y objeto bajo el juego, también se produce una
variación con respecto a la temporalidad de la experiencia estética. El
discurrir cotidiano se nos presenta como una temporalidad homogénea y casi
lineal, sin embargo, en la experiencia estética, el sujeto se pierde para sí
mismo y la percepción de la temporalidad varía. Gadamer intentará dar cuenta de
esta nueva temporalidad, de este "verse absorbido", mediante el
concepto de "fiesta". La temporalidad de la experiencia estética se
asemeja a la festividad, es decir, es una ruptura dentro de la noción cotidiana
de la temporalidad.
Por otra parte,
siguiendo la estela heideggeriana, Gadamer reivindica el valor de verdad
inherente a la experiencia estética. En la obra de arte se nos da una suerte de
verdad y existe una ganancia cognitiva evidente; la propia experiencia ya ha
moldeado nuestro ser y hemos sumado aprendizajes que antes de la experiencia
estética singular no estaban presentes. A su vez, la obra de arte y la
experiencia que deviene de su disfrute, también puede dar lugar a conocimientos
de orden moral. En este sentido, Gadamer reivindica el valor artístico de
la alegoría frente a la habitual reivindicación
del valor simbólico del arte. La alegoría tiene, entre otras, una función
moral: pretende indirectamente conducir a una determinada noción acerca de lo
bueno. Gadamer, al igual que su mentor Heidegger, prioriza la capacidad que tiene la
poesía como herramienta para "traer la verdad", para
"desocultar", además de su innegable valor para recrear nuevos mundos
y fabricar lenguaje. En este sentido, considerará que la poesía, en el orden de
las artes, juega un papel primordial. El mismo Gadamer abre su Opus
magnum Verdad y
método con un poema de Rilke que,
según su propio criterio, vendría a resumir, sucintamente, el núcleo de la
hermenéutica filosófica.
Traducciones al castellano[editar]
·
Verdad
y Método I. Fundamentos de una hermenéutica filosófica,
Salamanca, Sígueme, 1977; 12ª reimpr. 2012. Tr.: Ana Agud Aparicio y Rafael de
Agapito.
·
Verdad
y Método II, Salamanca, Sígueme, 2002; 8ª reimpr.
2010. Tr.: Manuel Olasagasti.
·
La dialéctica de Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos,
Madrid, Cátedra, 1988. Tr.: Manu
·
Mis años de aprendizaje, Barcelona,
Herder. 1997. ISBN 9788425419775
·
Hermenéutica, estética e historia. Antología,
Salamanca, Sígueme, 2013. Tr.: Constantino Ruiz-Garrido y Manuel Olasagasti.
·
La
herencia de Europa, Provença, 1990. Tr.: Pilar
Giralt Gorina.1
·
La
actualidad de lo bello, Barcelona, Paidós. 1991
·
Los caminos de Heidegger, Barcelona,
Herder, 2017. ISBN 9788425439575
Entrevistas[editar]
·
Hermenéutica de la modernidad: conversaciones con Silvio
Vietta, Madrid, Trotta, 2004.
·
'Las promesas del arte' (conversación con Ger Groot), en Adelante,
¡contradígame!, Madrid, Sequitur, 2008.
·
'Entrevista con H.-G. Gadamer', en M. Jalón y F. Colina, Pasado
y presente. Diálogos, Valladolid, Cuatro. ediciones, 2001.
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