Ahora comienza la parte más difícil. Ahora con la Ley en la mano, con el mandato ciudadano refrendado y multiplicado… el desafío es dar un salto cualitativo que garantice, también, la soberanía del los contenidos y el ascenso irrefrenable de la conciencia revolucionaria. Una victoria más de la Libertad de Expresión de los pueblos. Ya basta de basura mediática, los pueblos no merecen semejante humillación.No fue fácil el debate, prolongado por años, para acceder a un documento de Ley capaz de encarnar en sí las luchas de muchas luchas; el vocabulario de la Revolución en marcha; los avances de las Ciencias de la Comunicación y los avances de las Ciencias Jurídicas que, entre otras también, debutan en terrenos y categorías nuevas. No fue fácil pero valió la pena cada minuto y cada hora del debate con que se amasa un capítulo magnífico de la Historia ecuatoriana escrita con la dignidad de su pueblo en pie.
En el corazón de la Ley habita un aliento de celebración humanista que condensa la lucha por democratizar los “medios de comunicación”; la lucha por la diversidad y por la inclusión; la lucha contra los negocios mercenarios que enajenan, impúdica e impunemente, a los pueblos. Hay una celebración de lo humano por encima de los llamados “mercados de la información y de la comunicación”. Celebración de la razón y la pasión por la justicia comunicacional. Celebración de la verdadera Libertad de Expresión en manos de la clase trabajadora, de los estudiantes, de los campesinos y de los pueblos originarios.
No habrá resultados “milagrosos”. Cada una de las tesis y de las tareas que la Ley sistematiza para garantizar un “cambio de época” en comunicación, exigirá de todos el acto supremo de la praxis basada en el estudio riguroso y en el talento activo que permite abrir la mente y la mirada a un paisaje plagado con promesas y territorios nuevos. Se trata de una Ley rica en categorías y en acciones que son extremadamente novedosas para “propios y extraños”. No se puede interpretar una nueva Ley con los viejos valores y taras de la lógica monopólica, de la intolerancia oligarca y de la dictadura mediática burguesa. Eso lo muestra, muy bien, la Ley de Comunicación ecuatoriana. Ahora hay que darle el vigor de la práctica al ejercicio de los derechos y las responsabilidades sociales en materia de comunicación.
Hay terrenos vírgenes listos para las semillas nuevas de la comunicación social liberada de la esclavitud mercantil. La Ley, hoy, lo garantiza. Serán necesaria mucha creatividad, mucho buen humor y todo el talento existente (más el que esta naciendo) para que, en la práctica, el espectro comunicacional ariete contundente que libere los caudales expresivos de una sociedad renaciendo gracias a su Revolución Ciudadana. Cambiará radicalmente el tejido completo de las relaciones sociales con la ayuda de la Ley y su práctica en manos del pueblo.
La Ley no es “perfecta”. Hay conceptos aun insuficientemente desarrollados y hay zonas cuyo tránsito es aun difuso… la buena nueva es que la Ley cuenta con herramientas para perfeccionarse y ponerse a tiempo con la velocidad y complejidad de los avances que, en la comunicación contemporánea, ocurren siempre vertiginosamente. Un caso fascinante es el conjunto de problemas nuevos implícitos en el concepto de “Linchamiento Mediático” y sus casuísticas –dolorosas todas- y sus polémicas. Lo mismo pasa el concepto complejo de “calidad” que tiene raíces tecnológicas, estéticas y éticas en simultáneo.
Para la derecha vernácula, y sus aliados multinacionales, la Ley de Comunicación ecuatoriana es un galimatías insoportable que puso en evidencia todas las incapacidades intelectuales de la burguesía. Han sido paupérrimas las opiniones mientras han sido descontrolados los insultos. Como acostumbra la clase dominante cuando siente que, la plebe, le quita algo que es “suyo”. Nada nuevo, el arsenal crítico de la oligarquía plañidera no más que palabrería estereotipada mojada en odio de clase. Lo peligroso es el golpismo fascista incubado en las tinieblas de su desesperación. Alertas.
Mientras tanto, la Ley ha sido promulgada, hubo celebraciones en las plazas públicas y hay fiesta de ideas emocionadas con el futuro inmediato que para la inmensa mayoría de los ecuatorianos se ofrece pleno de oportunidades que crearan las condiciones objetivas necesarias lapa el “cambio de época” comunicacional que se requiere: “extremadamente bien y extremadamente rápido”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
En el corazón de la Ley habita un aliento de celebración humanista que condensa la lucha por democratizar los “medios de comunicación”; la lucha por la diversidad y por la inclusión; la lucha contra los negocios mercenarios que enajenan, impúdica e impunemente, a los pueblos. Hay una celebración de lo humano por encima de los llamados “mercados de la información y de la comunicación”. Celebración de la razón y la pasión por la justicia comunicacional. Celebración de la verdadera Libertad de Expresión en manos de la clase trabajadora, de los estudiantes, de los campesinos y de los pueblos originarios.
No habrá resultados “milagrosos”. Cada una de las tesis y de las tareas que la Ley sistematiza para garantizar un “cambio de época” en comunicación, exigirá de todos el acto supremo de la praxis basada en el estudio riguroso y en el talento activo que permite abrir la mente y la mirada a un paisaje plagado con promesas y territorios nuevos. Se trata de una Ley rica en categorías y en acciones que son extremadamente novedosas para “propios y extraños”. No se puede interpretar una nueva Ley con los viejos valores y taras de la lógica monopólica, de la intolerancia oligarca y de la dictadura mediática burguesa. Eso lo muestra, muy bien, la Ley de Comunicación ecuatoriana. Ahora hay que darle el vigor de la práctica al ejercicio de los derechos y las responsabilidades sociales en materia de comunicación.
Hay terrenos vírgenes listos para las semillas nuevas de la comunicación social liberada de la esclavitud mercantil. La Ley, hoy, lo garantiza. Serán necesaria mucha creatividad, mucho buen humor y todo el talento existente (más el que esta naciendo) para que, en la práctica, el espectro comunicacional ariete contundente que libere los caudales expresivos de una sociedad renaciendo gracias a su Revolución Ciudadana. Cambiará radicalmente el tejido completo de las relaciones sociales con la ayuda de la Ley y su práctica en manos del pueblo.
La Ley no es “perfecta”. Hay conceptos aun insuficientemente desarrollados y hay zonas cuyo tránsito es aun difuso… la buena nueva es que la Ley cuenta con herramientas para perfeccionarse y ponerse a tiempo con la velocidad y complejidad de los avances que, en la comunicación contemporánea, ocurren siempre vertiginosamente. Un caso fascinante es el conjunto de problemas nuevos implícitos en el concepto de “Linchamiento Mediático” y sus casuísticas –dolorosas todas- y sus polémicas. Lo mismo pasa el concepto complejo de “calidad” que tiene raíces tecnológicas, estéticas y éticas en simultáneo.
Para la derecha vernácula, y sus aliados multinacionales, la Ley de Comunicación ecuatoriana es un galimatías insoportable que puso en evidencia todas las incapacidades intelectuales de la burguesía. Han sido paupérrimas las opiniones mientras han sido descontrolados los insultos. Como acostumbra la clase dominante cuando siente que, la plebe, le quita algo que es “suyo”. Nada nuevo, el arsenal crítico de la oligarquía plañidera no más que palabrería estereotipada mojada en odio de clase. Lo peligroso es el golpismo fascista incubado en las tinieblas de su desesperación. Alertas.
Mientras tanto, la Ley ha sido promulgada, hubo celebraciones en las plazas públicas y hay fiesta de ideas emocionadas con el futuro inmediato que para la inmensa mayoría de los ecuatorianos se ofrece pleno de oportunidades que crearan las condiciones objetivas necesarias lapa el “cambio de época” comunicacional que se requiere: “extremadamente bien y extremadamente rápido”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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