quarta-feira, 24 de julho de 2013

Las nuevas formas del Estado neolliberal

La "Doctrina Tanzi" o as nuevas formas del Estado neolliberal


Traducido para Rebelión por Susana Merino

“El Estado solo es concebible como forma concreta de un determinado mundo económico, de un determinado sistema de producción"
(Antonio Gramsci)
Analizando las consecuencias políticas e ideológicas de las crisis económicas, Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la prisión señalaba que “podían conformar un terreno más favorable a ciertas maneras de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que implican todo el ulterior desarrollo de la vida del Estado (1).

Es lo que acaba de confirmar –desde el punto de vista del pensamiento económico de las clases dominantes– la publicación de la obra Government versus Markets. – The Changing Economic Role of the State (2). Su autor no es otro que el antiguo director del departamento de asuntos fiscales del Fondo Monetario Internacional (FMI) (3), Vito Tanzi, que fue también subsecretario de Economía y Finanzas del gobierno de Silvio Berlusconi (4).

Arquetipo del personal altamente cualificado de la oligarquía financiera, este fiscalizador de formación oficia desde hace tres décadas como asesor de diferentes gobiernos (una centena según su propia contabilidad) o como experto en organizaciones internacionales e instituciones bancarias: Naciones Unidas, Comisión europea, Organización de los Estados Americanos, Banco Mundial, Banco Central europeo, Banco Interamericano de Desarrollo, etc.

En su obra, cuya coherencia ideológica vale la pena destacar, este intelectual orgánico de las élites económicas y financieras aborda tres cuestiones fundamentales; ¿Cuál es el papel del Estado en la esfera económica? ¿Cómo debe ubicarse frente a los mercados financieros en un mundo globalizado? Partiendo de esta problemática Vito Tanzi va delineando podo a poco los contornos de la sociedad liberal del siglo XXI que visualiza como la imagen ideal de la fracción más avanzada y consciente de sí misma de la oligarquía económica y financiera.

El interés de esta demostración reside menos en la novedad de los principios enunciados por el autor (la mayor parte de los cuales se inscriben en los surgidos de la tradición liberal del Estado desarrollados a partir del siglo XIX) que en el hecho de que los actualiza y los recoloca a la luz de la crisis financiera y económica de 2008-2009 (5).

Conviene precisar que la tesis central de los orígenes de la crisis financiera desarrollada por Vito Tanzi se basaría en el endeudamiento de los Estados. Esta demostración, falsa, grosera y singularmente ideológica trata de disimular la responsabilidad de los mercados financieros y del comercio especulativo. Sin embargo esta ruinosa debilidad del análisis no impide a la obra conservar un significativo interés en el plano ideológico. Ofrece efectivamente al lector una lograda elaboración desde el punto de vista del neoliberalismo sobre lo que debería ser la reconfiguración del instrumento estatal ante la etapa abierta por la crisis de 2008-2009. Este trabajo está dirigido a influir en los que toman las decisiones políticas, económicas y mediáticas.

Según el autor, la crisis financiera internacional debe su magnitud a dos razones cuya combinación se reveló fatal.

En primer lugar los Estados habrían caído bajo el peso del enorme endeudamiento ocasionado por el financiamiento de los gastos públicos (6) debidos a los sistemas de salud, de jubilación o pensión y de desempleo insostenibles a medio plazo. Por esta razón se encontraron incapacitados para reaccionar de manera adecuada en un momento en que debieron intervenir inmediatamente para salvaguardar al sector bancario.

En segundo término el antiguo dirigente del FMI considera que la situación pudo degradarse debido a que el sector operaba por sí mismo –y opera siempre– en el marco de un sistema financiero internacional caracterizado por su funcionamiento tendencialmente anárquico, debido a la falta de coordinación entre los estados y a la falta de armonización de sus reglamentaciones.

Según el autor, por más lamentable que sea esta situación sería en principio la consecuencia de un error del análisis y la práctica de los estados. Prisioneros de una cultura intervencionista en la economía, habrían considerado siempre que era su obligación paliar las “fallas de los mercados” interviniendo luego de los shocks. Ahora bien, un Estado “debería desplegar más esfuerzos e iniciativas para reducir los riesgos antes que para corregirlos a posteriori, cuando se presentan situaciones problemáticas que pudieron haberse evitado”. Además “muchos mercados funcionan mal porque los gobiernos los autorizan a crear las condiciones que los conducen a esas disfunciones”, precisa. De modo que “la crisis financiera y económica de 2008-2009 indica que a pesar de la enorme expansión del papel del Estado (en la vida económica de la sociedad desde la posguerra) muchas de esas funciones básicas no se han activado o se han activado mal”.

A partir de ese postulado es cuando se inquieta por el hecho de que “el nivel medio de las deudas públicas de los países del G20, con las actuales políticas debería aproximarse al 120% del PBI en el próximo decenio”. Vito Tanzi delinea los contornos del papel del Estado neoliberal en el sistema-mundo posterior a 2008-2009.

Según él el Estado tendría que cumplir tres funciones básicas: “asignación de recursos, redistribución del ingreso y estabilización de la economía”. El pleno empleo, el acceso al crédito, la lucha contra la pobreza y las desigualdades en las que los servicios públicos constituyen sectores que quedan excluidos de sus atribuciones o que deben tender a ser excluidos.

En las raíces de esta concepción se halla, en cuanto al Estado, la reafirmación de los principios constitutivos del pensamiento liberal: el gasto público y la redistribución de los impuestos conforman políticas ineficaces que ahogan el crecimiento y la innovación y fortalecen los intereses de determinados grupos sociales. Y eso en detrimento de todos: “Los programas públicos desarrollados por los gobiernos tienden a ser menos eficaces que los que surgen del sector privado”, afirma Vito Tanzi, “Las personas que toman las decisiones –los políticos– las toman bajo presión popular o se hallan incitados a promover sus propios grupos de intereses o a sí mismas”, p recisa. Esta afirmación permite al autor introducir una idea central que recorre, bajo distintas formas, toda la obra: la acción política y las elecciones democráticas constituirían obstáculos a la racionalidad y la eficacia de la economía. De modo que alentarían lógicas de clientelismo político y social perjudiciales para la buena administración de los recursos del Estado y de los contribuyentes. Para él los representantes de la soberanía popular actuarían como agentes demagógicos generadores de inestabilidad económica.

Y sigue: “En cuanto a aquellas (personas) que administran esos programas, no se las alienta a reducir los costos y a ser más eficaces. Los programas gubernamentales no están subordinados a la disciplina que impone la competencia”. Este argumento le permite desarrollar un análisis más global de la crisis de las deudas públicas: “La acumulación de importantes deudas públicas en muchos países y más precisamente, de las muy importantes futuras -provocadas por sistemas de jubilación o de retiro y de salud no financiadas– constituyen un claro ejemplo de la miopía estructural que caracteriza a los gobiernos y a los políticos”.

Nuestras sociedades sufrirían igual y paralelamente la “paradoja de la redistribución” Según Vito Tanzi “el prejuicio” habitual consiste en afirmar que un alto nivel de gasto público permite una forma de redistribución colectiva de los ingresos y una significativa reducción de las desigualdades, especialmente cuando los servicios públicos son universales (y prestados a todos incondicionalmente). Pero el experto en derecho fiscal refuta este argumento. En efecto, en un mundo globalizado, la reducción de las desigualdades en los ingresos no debería ser una política conveniente. Cuanto más recursos invierta un país en una política de servicios públicos para el desarrollo de la socialización de las necesidades y de los riesgos sociales (educación, salud, jubilaciones, desempleo, etc.) menos garantizado estaría en realidad su potencial crecimiento económico en el largo plazo.

De modo que la inversión pública en la economía y en la sociedad, como también la captación impositiva de una parte significativa de los ingresos de los hogares y de las empresas frenaría, en efecto, la iniciativa privada y la competitividad en el terreno de la competencia internacional. En el mismo sentido las políticas públicas, quitarían a los actores económicos sus capacidades de innovación y sus yacimientos de actividades.

Tal es la razón, por la que, según el autor, las economías planificadas no han sobrevivido a su confrontación histórica con la economía de mercado. Además existiría otro problema inherente a las economías en las cuales el poder público ocupa un lugar significativo: una gran parte de los fondos movilizados sería siempre: “chupada por quienes proveen los servicios (maestros, funcionarios, enfermeras, médicos, etc.) por causa de sus salarios pero también por su ineficacia” (…) De modo que el gasto público se halla a menudo acompañado de la ineficiencia, materializada en rentas para los proveedores de los servicios” Esta noción de “ineficacia” no implica en Vito Tanzi, un juicio moral. Por una parte se produciría mecánicamente por la inexistencia de la competencia en el sector públicos y por otra parte por la falta de estímulos para la adopción de lógicas reducciones de costos, especialmente en el seno de la administración y de las estructuras auxiliares del Estado.

En conclusión la miopía estructural de los Estados, la captación de sus funciones y de sus recursos por grupos de intereses y las contingencias políticas (elecciones democráticas) gravarían in fine , el futuro de los ciudadanos y de la sociedad.

¿Cómo construir, entonces, en estas condiciones y sobre la base de la experiencia 2008-2009 otra clase de Estado y dotarle de los medios para cumplir estas tres misiones principales (asignación de recursos, redistribución de los ingresos y estabilización de la economía)? ¿Todo esto, además, en un nuevo contexto caracterizado por la emergencia de un sistema financiero internacional que se desarrolla más allá de la propia lógica territorial del Estado?

En principio incumbiría a este último estimular la vuelta a un desarrollo del crecimiento económico interno (el de los mercados internos). Y esto a través del establecimiento progresivo de una “ sociedad del ingreso” que permitiría a los individuos disfrutar tendencialmente de la totalidad de sus ingresos sin que fueran (o muy poco) “puncionados” por el Estado a través de los impuestos. Esta sociedad modelo debería sustituir gradualmente a una “sociedad de la socialización” (de los servicios públicos) juzgada costosa, ineficaz, insostenible y destructora del crecimiento en un mundo globalizado.

Esta perspectiva, basada en el establecimiento de una política de reducción del gasto público (7) y de los impuestos, permitiría “liberar” la disponibilidad de ingresos para cada individuo que de ese modo podría conseguir en el mercado los servicios que necesita (cobertura de riesgos, salud, educación, etc.).

Pero además a partir de ahora, y esto constituiría un hecho nuevo, esta lógica no sólo podría desplegarse en los tradicionales mercados nacionales reavivados por una nueva forma de organización económica y social, sino también en los mercados internacionales irrigados por el sistema financiero mundial. Y el autor descubre nuevas tendencias que convalidarían este análisis: “La globalización (…) podría permitir a los países utilizar (…) el desarrollo alcanzado por los amplios mecanismos internacionales de transferencias de dinero para facilitarles la compra de servicios necesarios para su protección social a precios muchos más accesibles que los de su propio territorio”. Y luego precisa, “por ejemplo el turismo médico se ha desarrollado mucho en estos últimos años permitiendo a los ciudadanos de los países ricos adquirir prestaciones de salud, caros en sus países, a precios asequibles y de aceptable calidad en países más pobres como la India. Por otra parte otros países como el Reino Unido, se han convertido en grandes exportadores de servicios en el terreno educativo. A largo plazo podría comprarse en el extranjero la salud de los mayores (o también la de los presos) en calidades aceptables y a menores costos”.

De modo que la “ sociedad del ingreso” globalizado, emancipada de la asfixia estatal permitiría asegurar la protección social de los ciudadanos “La abolición de los programas gubernamentales, mediante la reducción de las expensas públicas, disminuiría de modo progresivo y significativo la necesidad de cobrar altos impuestos –estima Vito Tanzi– “Esta reducción de la recaudación fiscal se traduciría en el correspondiente aumento, presente y futuro, del ingreso disponible por la mayoría de los ciudadanos. Estos aumentos permitirían a muchos de ellos utilizar sus recursos para comprar en el mercado (interno o externo) servicios (entre los de protección de los riesgos económicos) que hasta ese momento, compraban indirectamente al gobierno con sus elevados impuestos” concluye.

Sin embargo el autor anticipa que este tipo de sistema, concebido para satisfacer prioritariamente a las clases medias y dominantes –y cuya aparición dependerá de la adhesión y del consentimiento de éstas– producirá algunas dificultades en la gestión política y social de las clases subalternas y pobres de la sociedad. “ Es preciso reconocer que algunos ciudadanos serán tan pobres o discapacitados como para no poder comprar los servicios por sus propios medios” concede y agrega “En Estado deberá encargarse de ellos de forma gratuita”.

Se revelan así los principios de un nuevo “modelo social” neoliberal. Se trata en primer lugar de reemplazar la universalidad de los servicios públicos y las prestaciones sociales por la equidad (8) “En el nuevo mundo, el gobierno deberá proporcionar a los verdaderos pobres que lo merezcan (los que son objetivamente incapaces de trabajar), los medios financieros que les permitan comprar en el mercado los servicios esenciales básicos que hasta entonces obtenían gratuitamente del Estado”, afirma el autor. “La puesta en marcha de controles administrativos (que confirmen el estatus de “pobre meritorio”) podría ayudar a lograr este objetivo. De este modo se transformará el papel del Estado. De proveedor de servicios universales caros, disponibles para todos los ciudadanos, ricos o pobres, el Estado se convertirá en proveedor de servicios determinados y tal vez en tutor financiero de los pobres”.

Esta concepción se basa en el apoyo al desarrollo de formas privadas y comunitarias de solidaridad social. De modo que las iglesias, las ONG, las comunidades de ciudadanos libremente organizadas deben convertirse en los principales actores. Por otra parte, este modelo comunitario privado debe ser impulsado a producir el “ bien común” para los miembros de uno u otro grupo. Y el antiguo administrador del FMI se entusiasma con la idea de que en los EE.UU. “casi el 20% de la población (alrededor de 60 millones de personas) desarrollan actividades sociales en comunidades privadas organizadas (asociaciones de propietarios, cooperativas, zonas residenciales privadas, etc.). Estas organizaciones producen para sus miembros “bienes públicos” (seguridad, piscinas de natación, sistemas de recolección de residuos, alumbrado público, otros servicios compartibles, etc.) Para ellos se trata efectivamente de “bienes públicos” que consumen gratuitamente, pero que se financian colectivamente o de forma privada. No se utiliza ningún agente público en estos bienes públicos”.

Poco a poco este nuevo modelo de sociedad va tomando forma ya que se trata de un agente de progresiva transformación económica y social de las sociedades nacionales hacia sociedades del ingreso, en las que el Estado debería asegurar y fluidificar los flujos entre los mercados internos, los mercados externos y el sistema financiero internacional. La consolidación de todos los actores dependería de dos factores.

En primer lugar, una nueva dinámica de acumulación basada en la ampliación de los sectores de la vida social (salud, educación, riesgos sociales, etc.) de los que se hagan cargo los mercados y sus operadores.

En segundo lugar, la estimulación estatal de transacciones permanentes entre los operadores internacionalizados (bancos, compañías de seguros, fondos de pensión, fondos soberanos, multinacionales, etc.) y las masas de población organizadas alrededor de la gestión individualizada de los ingresos disponibles.

Dentro de este esquema el Estado constituiría una especie de cordón orgánico, operador al mismo tiempo de enlace entre las poblaciones y los mercados internacionales y de una serie de puestos de vigilancia para el buen funcionamiento general del sistema.

Para lograrlo, el Estado debería aumentar sus competencias en la gestión preventiva de la seguridad de los mercados. Ése “debería constituir el principio fundamental que guiase el papel del Estado en la economía” afirma Vito Tanzi “La retracción del Estado de su carácter de actor económico debe ir acompañada de un fortalecimiento de su responsabilidad para permitir el mejor funcionamiento y la mayor transparencia de los mercados”, agrega.

Se trataría de acrecentar la capacidad normativa –y si fuera necesario coercitiva– del Estado: lucha contra los monopolios, control del tamaño de las entidades financieras y bancarias, formulación de nuevas normas y exigencias relacionadas con las informaciones vinculadas a los actores económicos y los operadores financieros (9) autorizaciones a los operadores del mercado y posibilidad de la retirada de licencias cuando no se respeten las reglamentaciones, armonización de estas últimas, “establecimiento de un marco político y jurídico definiendo la economía de mercado y señalando las fallas del mercado que deberían corregirse”, fortalecimiento de la posibilidad de recurrir a las garantías de los Estados para alentar a invertir a las empresas, etc.

Convendría también que los Estados gestionen paralelamente las “externalidades negativas” del sistema internacionalizado. El autor detalla la lista: drogas, criminalidad, conflictos, terrorismo, inmigraciones, cambio climático, contaminaciones, catástrofes naturales, etc. Y precisar también que “Hasta ahora el debate sobre el papel económico del Estado, había sido planteado país por país (…) La hipótesis implícita consistía en encarar su papel en el marco de las propias fronteras (…) (Desde ahora) los desbordes (en las acciones) se multiplican debido a las actividades financieras interpaíses de los sectores financieros de cada uno de los estados. El desarrollo de las acciones va más allá de los límites impuestos por sus propios territorios a los gobiernos nacionales. Este componente global [ de la vida de cada uno de los estados ] se ha vuelto progresivamente cada vez más importante (…) En cierto modo los países se han vuelto espacialmente más pequeños pero las externalidades interpaíses y la conectividad entre todos se han vuelto mayores”.

Los desafíos globales se han desarrollado al mismo tiempo que el crecimiento de las nuevas interdependencias económicas y financieras interestatales. Por tal motivo, se necesita una política de estabilización global, basada en la coordinación y el incremento de la cooperación entre los estados. Para el autor, estos últimos deben comprometerse a profundizar las misiones atribuidas –y los medios otorgados– a los encuentros internacionales temáticos de los Jefes de Estado y de Gobierno (G8, G20, Naciones Unidas, OCDE, etc.). Solo debería ser un mecanismo nacional la política de redistribución de ingresos (en función de los equilibrios internos logrados por la reducción del gasto público y de los impuestos).

Se trataría de asumir colectivamente un “papel global”. Y frente a las externalidades negativas del sistema –entre ellas la persistencia de la pobreza en algunos países y el desarrollo de las desigualdades de acceso a las riquezas y a los recursos para todos – “ciertas respuestas necesitarán (asimismo) (nuevos) gastos que podrán transitar a través de organizaciones internacionales o ser proporcionadas directa y globalmente por los gobiernos a los países más pobres. Otras propuestas procederán de la puesta en marcha de acuerdos internacionales que podrán hallarse acompañados de regulaciones específicas” (…) [En algunos sectores se necesitarán nuevas formas impositivas]. Por ejemplo impuestos ambientales y posiblemente algunos otros sobre las actividades de los mercados financieros de manera que el peso impositivo equilibre el de los demás sectores económicos –admite el autor– “Son efectivamente controvertidos algunos temas relacionados como por ejemplo el de los dirigentes de los fondos de pensión o el de otros millonarios que se enriquecen en los mercados financieros y que pagan, en períodos similares, muchos menos impuestos sobre sus ingresos que el taxista que los llevan al centro y que no son una buena propaganda para la economía de mercado o el de los gobernantes que han dejado desarrollarse las desigualdades“, concede.

De manera que con esta obra Vito Tanzi nos muestra una vez más que cuando sus intereses fundamentales se ven amenazados por la crisis del propio sistema o por el rechazo de una parte creciente de la población, la burguesía es capaz de pensar en movimientos –con el objetivo de optimizar el sistema– y aún hasta de aceptar cambios en las relaciones sociales (mediante reformas) siempre que el marco básico del mismo no se ponga en tela de juicio. En ese sentido elabora su reflexión sobre el Estado del siglo XXI. Éste debe constituir in fine el instrumento que permita alcanzar, a corto y mediano plazo, tres objetivos estratégicos; movilizar a los responsables del sistema frente a la crisis de este último, racionalizar la situación general, optimizar el sistema para perennizar su reconducción y la del orden internacional.

Independientemente de las objeciones fundamentales que se podrían hacer a las concepciones de Vito Tanzi, es forzoso reconocer que el tema del Estado se halla en el centro de la movilización ideológica, política y económica de las fuerzas dominantes.

¿Lo es también para quienes afirman que quieren acabar con el dominio financiero y salir del capitalismo, especialmente en los movimientos sociales internacionales y en una parte significativa de las fuerzas de la izquierda política?

Existen ya algunas líneas de reflexión que se manifiestan en los debates relativos a la desmundialización (10) o desglobalización, pero todavía es necesario profundizar en sus desarrollos (especialmente en lo referente a la definición de un modelo alternativo de producción y de consumo) como también en lo relacionado con la articulación del control de los medios de producción (11) por parte de los trabajadores

Es necesario profundizar en estos temas para que los actores políticos, sociales e intelectuales de la transformación puedan construir un proyecto político capaz de incentivar la solidaridad en el conjunto de las fuerzas sociales dispuestas a movilizarse contra el ideal oligárquico y el capitalismo financiero.

Notas:

(1) Leer Antonio Gramsci, Guerre de mouvement et guerre de position, La Fabrique, Paris, 2012. Textes escogidos y presentados por Razmig Keucheyan.

(2) Vito Tanzi, Government versus Markets. – The Changing Economic Role of the State-. Cambridge, University Press, Nueva York, 2011.

(3) Entre 1981 y 2000.

(4) Entre 1981 y 2000.

(5) La obra presenta también un estudio histórico del papel del Estado en la esfera económica en los siglos XIX y XX, así como un análisis del modelo estatal escandinavo. Estos aspectos no han sido tratados en este artículo

(6) Según el autor, entre 1913 y el 2000 se habrían multiplicado por cuatro en el PBI de los países industrializados

(7) El autor considera que en el futuro no debería exceder el 35% del PBI en los países industrializados.

(8) Para un análisis y una crítica de este tema, leer a Serge Halimi « Contre l’équité », Le Monde diplomatique, diciembre 2010 (http://www.monde-diplomatique.fr/2010/12/HALIMI/19922).

(9) Especialmente sobre las clases de prestaciones, la naturaleza de las inversiones y de los riesgos, etc.

(10) Para conocer una síntesis de las posiciones sobre la desmundialización en el seno de la izquierda y del movimiento altermundialista, leer Démondialiser ?, Louis Weber (coordinador), Editions du Croquant/Espaces Marx, collection enjeux et débats, París, 2012.

(11) Leer Pierre Rimbert, « L’histoire de repasse pas les plats », Le Monde diplomatique, abril 2012
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR

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