Un brutal atropello al Derecho Internacional
¿Hasta cuándo y hasta dónde?
Quousquetandem… abutere patientia nostra?
Cicerón, Primer discurso a Catilina
Howard Zinn y otros grandes estudiosos nos han contado tan bien la historia verdadera de los Estados Unidos que no hay nada que pueda sorprendernos en esta nueva fechoría (el secuestro del Presidente de Bolivia en el propio avión presidencial). Toda ella –la historia de los Estados Unidos- está tocada por una nota innoble de deshonor e inhumanidad, y no es ahora el momento de recordar tantas infamias, a las que ahora habría que añadir alguna otra por parte de Europa. Ciertamente el gobierno de los Estados Unidos da pavor y los de Europa, ahora concretamente, vergüenza. Hoy es, en fin, la hora de defender, y de proteger, a quien le conceda el asilo en su territorio al hoy honorable ciudadano Edward Snowden.
Desde que existe el Derecho de Gentes (pongamos el siglo XVI y la figura ilustre de Francisco de Vitoria) un acto como el que hoy comentamos –un secuestro, a fin de cuentas- es ilegítimo e injustificable. Es, en palabras llanas y precisas, un brutal atropello al Derecho Internacional; y, siguiendo el curso impresentable de los acontecimientos y subrayando el cerrilismo de los agentes de los Estados Unidos, en el actual capítulo nos encontramos con una orden imperial de -citando del reciente artículo de Atilio Boron sobre el tema- “capturar a Snowden donde sea y como sea”. ¿Como sea? ¿Quiere decirse “vivo o muerto”? No me extrañaría nada. Una vez más, estamos ante una “caza del hombre” y ante el acoso del Imperio a las tan cantadas libertades del ser humano, que dice hipócritamente defender.
Pero hay también una verdad que resplandece entre tales sombras, y esa verdad es que, así mismo, vivimos en una hora de libertades para América Latina; hora que se inició en 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana y que en los últimos años se ha refrendado espectacularmente con la fuerza, el talento y el ingenio que ha puesto en el juego político el comandante Hugo Chávez Frías, ¡bendito sea!, con la puesta en pie de ese gran acontecimiento que ha sido y sigue siendo la República Bolivariana de Venezuela. De lo que acabo de decir es una elocuente muestra que hoy hayan ofrecido asilo –no simplemente “humanitario” sino también propiamente político- a Edward Snowden cuatro presidentes latinoamericanos (¿a qué esperan los demás para seguir esos nobles pasos?), a saber: Nicolás Maduro (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Daniel Ortega (Nicaragua), y, desde luego, Evo Morales (Bolivia), el cual ha soportado con ejemplar dignidad el asalto filibustero de los imperialistas.
Estos cuatro creadores de la actual revolución en marcha han alzado una gran fortaleza contra la opresión y garantizado así que el Imperio habrá de abandonar sus prácticas de dominio sobre América Latina, que ya no es aquel “patio trasero” que fue en otros tiempos, sino el protagonista de su destino, el cual ya no está a expensas de lo que piense, o decida sin pensarlo, “el Norte revuelto y brutal”. Lationamérica es “el Sur” en toda su grandeza. El canal venezolano TeleSur lo está diciendo muy bien: “Nuestro Norte es el Sur”, y hoy más que nunca podemos recordar la genial expresión del poeta chileno Vicente Huidobro que en los años 20 del siglo pasado –cuando todo apuntaba a una confrontación internacional entre el “Este” y el “Oeste”-, anticipó, como hacen los grandes poetas, que “los cuatro puntos cardinales son tres, Norte y Sur”. En este cuadro político ese gran personajillo que es Barack Obama sigue tratando de cumplir las podridas consignas de un patibulario “Destino Manifiesto”.
Todavía no se han enterado de lo que está pasando, pero quizás lo que esté pasando definitivamente sea su tiempo. Hace años nos preguntábamos a veces con el Cicerón de las catilinarias: ¿Hasta cuándo? Hoy quizás podamos empezar a decir ya: “Hasta aquí y hasta ahora”. Mientras tanto, Dolores Ibarruri, “Pasionaria”, seguirá diciéndonos, como siempre, desde su tiempo, con su voz cálida y vibrante que nunca he podido olvidar, que “es preferible morir de pie que vivir de rodillas”. Hoy por hoy lo que está ocurriendo es que las puertas de los gobiernos más honestos en esta América se están abriendo para dar asilo a Edward Snowden, cuya única culpa es haber tomado conciencia de la indignidad de sus actividades en el seno de la CIA, las cuales están saliendo por fin, venturosamente, a la luz del día.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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